De luto, los periodistas

Zócalo

De luto, los periodistas

José Vilchis Guerrero

Con la muerte del periodista de excepción, Don Julio Scherer García, el más emblemático del siglo XX y gran maestro de periodismo mexicano de las nuevas generaciones, y los doce informadores que cayeron muertos y otros diez heridos cuando fueron abatidos a tiros por radicales que penetraron a la redacción del rotativo francés Charlie Hebdo, los reporteros estamos de luto.

En México las expresiones de profesionales del periodismo se han manifestado en múltiples foros y medios; a título personal y en general, se han difundido con la pena que ocasiona una gran pérdida, sobre todo tratándose de uno de los grandes del diarismo que por décadas fue ejemplo para los informadores del país.

Ante el féretro de Don Julio, vinieron a mi mente imágenes del que fue uno de los mejores directores que tuvo Excélsior en los años setenta. En los primeros años de esa década pretendí ingresar a esa famosa redacción, con el apoyo del periodista Carlos Ferreyra, quien me aconsejó con qué argumentos llegar a la oficina del director general.

Acudí en varias ocasiones y su secretaria me precisó que sería un jueves. Llegó ese día y me presenté. Subimos las escaleras de Reforma 18 y don Julio  pidió hablar con don Francisco Fe Álvarez, para que me pusiera a prueba en la agencia del diario. Pero don Paco Fe acudió personalmente con Don Julio, para decirle que no tenía tiempo de hacerme ninguna prueba, ni requería en ese momento a ningún reportero “y además, no se me da la gana de hacerlo”, le espetó, altanero.

Todavía me duele el recuerdo de mediados de 1971 en que –de haberlo decidido unilateralmente Don Julio- hubiera empezado a trabajar en ese gran diario, el más acreditado en el país, desde aquel año y seguramente hubiera salido de ahí, con la misma dignidad con la que siguieron los mejores periodistas a Don Julio, el 8 de julio de 1976.

En tanto que en Francia las manifestaciones de repudio al acto terrorista que hirió de muerte a la libre expresión en el país que ha sido la cuna histórica de la defensa de los derechos humanos, se extiende por todo el país galo la consigna Je suis Charlie (Yo soy Charlie) como un homenaje de más de 100 mil personas a los 12 muertos del atentado terrorista.

La indignación se lee en los titulares de periódicos, pancartas, panfletos, mantas levantadas en las múltiples y espontáneas manifestaciones de repudio a este salvaje ataque a la libertad de expresión, lo que en México se podría comparar con la rabia manifestada por la desaparición de los 43 normalistas. O cuando han sido asesinados periodistas que han enfrentado dignamente la tarea de informar a costa de su vida, en distintos puntos de la geografía nacional.

La prensa francesa reporta que los tres terroristas, que atentaron en París contra la singular publicación, gritaron en su huida: “¡Mahoma ha sido vengado!”. Acababan de disparar contra el director del semanario, los moneros más destacados, reporteros, empleados, vigilantes y policías.

Cuando muere un periodista como Don Julio o como aquellos que en el país han denunciado contubernios de algunos funcionarios  con el crimen organizado, o caen víctimas del terrorismo de fundamentalista, surgen, con un gran dolor en el alma, otros informadores dignos que no dejan de mantener con firmeza las convicciones de servir a la sociedad con la verdad. Así se defiende el derecho a informar, a costa de la vida.

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