“Y cuando Europa despertó, Inglaterra ya no estaba ahí”

“Y cuando Europa despertó, Inglaterra ya no estaba ahí”

 

  • Los europeos deberán reflexionar dónde están y hacia dónde se dirigen, porque los últimos años no han sido buenos

BREXIT

 

Al terminar la Segunda Guerra Mundial, con sus millones de muertos y heridos, ciudades y pueblos destruidos y anarquía total, hubo quien soñó con reconstruir la defensa de Europa, y en 1946 Winston Churchill propuso que se creara algo como “los Estados Unidos de Europa”, pero curiosamente su propuesta no incluía a Gran Bretaña, sino que deseaba que hubiera tres potencias: Estados Unidos, Europa y la Comunidad Británica; esta ambigüedad retrasó el proyecto por años; en 1963 se propuso la creación de la Comunidad Económica Europea, pero Charles de Gaulle se opuso a la entrada de Gran Bretaña, por lo que hasta 1966 se lograron acuerdos y en 1973 Gran Bretaña entró a la Comunidad Económica Europea.

 

Con acercamientos y alejamientos, Inglaterra siempre se sintió fuera de Europa, y como ejemplo de ese sentimiento, Margaret Thatcher, en 1988, atacó la visión supranacional de una Europa dominadora, y dijo: “la Europa será más fuerte precisamente porque Francia será Francia, España será España, Gran Bretaña será Gran Bretaña, cada una con sus costumbres, su tradición y su identidad”.

 

La caída del Muro de Berlín, la reunificación de Alemania, el proyecto de unificación monetaria, la crisis económica de 2005, los problemas con Grecia, las peticiones de Turquía, los recientes atentados terroristas y la creciente inmigración han trastocado una y otra vez el proyecto de una Europa Unida, progresista y económicamente fuerte, del cual solamente persiste el territorio abierto, gracias al Acuerdo de Schengen de 1986 y el euro, adoptado en 2000 por todos los miembros de la Comunidad Europea menos Gran Bretaña.

 

Winston Churchill
Winston Churchill

 

Y después de los éxitos que tuvo Tony Blair y sus acercamientos a Europa, de los proyectos que tuvo David Cameron en un principio, fue creciendo en el ánimo de los ingleses un renovado sentimiento de peligro, temor por la falta de empleo, por la creciente migración que inunda Europa; renació el ánimo separatista, y por menos de tres puntos porcentuales, Gran Bretaña se aleja, una vez más, de la Comunidad Europea.

 

La victoria para los ingleses es una victoria pírrica, porque de inmediato se sintieron las repercusiones de ese referéndum: las bolsas de valores para abajo, las declaraciones de los jerarcas de las empresas mundiales que señalan la caída de la productividad inglesa, las predicciones de que Gran Bretaña ya nunca será como antes, y los esfuerzos de los presidentes y primeros ministros de Europa lamentando lo ocurrido y deseando que haya la menor afectación posible para los europeos.

Curiosamente, los escoceses votaron a favor de la permanencia de Inglaterra en la Comunidad Europea, y harán un referéndum para integrarse a ella próximamente.

La reflexión que surge después de ver todo el panorama dista mucho de ser optimista, por varias razones: la primera es que, con motivo de esta ruptura de Inglaterra con Europa, los nacionalismos y tendencias separatistas aumentarán: ya se dijo lo que piensan los escoceses, y lo mismo harán los catalanes, los vascos, y habrá grupos y partidos de ultraderecha que lucharán por ganar el poder; la presidenta de la ultraderecha francesa se felicita lo ocurrido y arrea contra el gobierno de François Hollande, y los partidos de ultraderecha de varios países remonta sus expectativas nacionalistas dignas del siglo pasado.

 

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La segunda reflexión es que, con o sin la salida de Gran Bretaña, los europeos deberán reflexionar dónde están y hacia dónde se dirigen, porque los últimos años no han sido buenos para ningún país de la Comunidad, y el creciente descontento de la población por problemas de educación, seguridad social, salud, empleo, futuro, jubilación, etc., no se puede ocultar; mucho tendrán que trabajar los presidentes, ministros y demás funcionarios para revertir esta creciente inconformidad.

Y la tercera reflexión, que no puedo soslayar, es darme cuenta que hay un abismo entre los líderes y creadores del siglo pasado y los funcionarios de hoy; no hay comparación entre Churchill, de Gaulle, Pierre Mendès France, Conrad Adenauer, Willy Brandt, y tantos otros, y Mariano Rajoy, François Hollande, Matteo Renzi, Mario Monti o Silvio Berlusconi, lo que confirma que Europa está en manos de mediocres, que, por lo que se ve, no tienen los tamaños de aquellos gigantes de la política internacional.

Así las cosas, hoy la Unión Europea tiene una estrella menos en su lábaro azul.

El Doctor Rafael Álvarez Cordero es médico y escritor.

raalvare2009@hotmail.com
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