El mundo no necesita de un nuevo discurso de odio

El mundo no necesita de un nuevo discurso de odio

Sin derechos no puede haber democracia y sin democracia la libertad de las personas no puede ser plena.

Luis Raúl González Pérez.

Luis Raúl González Pérez.- El 5 de febrero de 1978, al referirse a los principios que habían orientado la tarea de los constituyentes de 1917, Don Jesús Reyes Heroles señalaba que: “la idea del hombre. como libertad y como justicia en la sociedad, apuntalaba la grandeza que para el mexicano se pretendía. Por esta razón, los revolucionarios y nuestros constituyentes se batieron no sólo por su propia libertad, sino por lograr y garantizar la libertad de sus adversarios, algunos de los cuales eran enemigos de la libertad”.  Hoy, a más de cien años de emitido nuestro máximo ordenamiento, las circunstancias inéditas e inciertas que enfrenta nuestro país en el ámbito internacional, así como la compleja problemática interna que atraviesa, nos llaman de nueva cuenta a comprometernos y actuar para la defensa y promoción de las libertades y de la justicia en la sociedad, así como para su vigencia y garantía.

Los desafíos que nuestra Nación enfrenta a su soberanía y a su vida democrática demandan solidaridad y compromiso de todas y todos los mexicanos, en una unidad que no debe ser confundida con uniformidad o incondicionalidad política. Hablamos de la unidad democrática de la nación; aquella que resulta del reconocimiento mutuo de nuestras diferencias y necesidades, así como de la voluntad compartida de atenderlas, superarlas y resolverlas. El eje de esta unidad no puede ser otro que el reconocimiento y vigencia de los derechos fundamentales, el cual necesariamente pasa, en el contexto interno del país, por la impostergable demanda de construir un verdadero Estado de Derecho, de abatir la violencia, la corrupción y la impunidad, así como generar un entorno en el que la convivencia social pacífica sea posible y todas las personas puedan desarrollar su vida y ejercer sus derechos con normalidad.

En lo externo, ante los cambios que se están presentando en las políticas migratorias, económicas y sociales en los Estados Unidos de América, es preciso que formemos un frente común para denunciar cualquier acto que sea contrario a la dignidad de las personas, así como para llevar a cabo acciones pertinentes y fundadas en el Derecho internacional, para la defensa de los intereses de nuestros compatriotas y de nuestro país. Más allá de las meras descalificaciones o alusiones discursivas, requerimos unir las fuerzas de todos los que nos oponemos al racismo, a la discriminación, a la xenofobia, y que estamos en contra de que la mentira, los prejuicios y la ilegalidad sean métodos aceptables de hacer política y de relación entre los países.

Esto exige congruencia y compromiso. Congruencia, porque si exigimos respeto e inclusión para nosotros, estamos obligados a ser inclusivos y respetuosos con los demás, con los otros, más allá de las diferencias de pensamiento o de cualquier otra índole que nos distingan. Compromiso, para hacer efectiva y real la lucha por el reconocimiento, respeto y vigencia de los derechos humanos, en tanto que los hechos que estamos presenciando, no sólo afectan los derechos fundamentales de algunas personas. Son acciones que cuestionan la vigencia misma del régimen internacional de derechos humanos. No permitamos que el menosprecio retórico que nos prodigan quienes postulan una narrativa etnocéntrica, nacionalista y totalitaria nos induzca a actuar de la misma forma, reduciendo nuestro campo de actuación a la agresión, la descalificación o el insulto, en lugar de buscar soluciones de fondo en el marco del derecho, así como en la suma de esfuerzos y capacidades.

Del mismo modo, no podemos pretender que la complejidad que presenta el entorno internacional nos exime de atender nuestras problemáticas internas, las cuales nos hacen más vulnerables ante el embate del exterior. Tal y como lo sostuvo Don Jesús Reyes Heroles “la fuerza de la política, es el respeto a la sociedad en que se vive y el respeto a la dignidad moral de quienes la integran”. Si no empezamos por respetar nosotros mismos la dignidad y derechos de quienes habitamos este país, difícilmente podremos exigir respeto y reconocimiento de los demás para nosotros.

Nuestro país cuenta con un entramado institucional sólido, que es andamiaje tanto para la vida cotidiana y el ejercicio de los derechos de los mexicanos, como plataforma de las decisiones trascendentales que sus representantes y gobernantes deben tomar en interés de todos. El reto que enfrentamos es lograr que el conjunto de normas que integran ese andamiaje sean vigentes en la realidad, que los derechos que las normas reconocen tengan una incidencia y repercusión práctica en la vida de las personas. El fortalecimiento de nuestro Estado de Derecho es una necesidad inaplazable, tanto para la vigencia de los derechos humanos, como para la subsistencia de nuestras instituciones democráticas.

No podemos olvidar que hablar de respeto y vigencia de los derechos fundamentales sólo es posible dentro de un Estado democrático y de derecho, de ahí la necesidad de consolidar sus instituciones. La vigencia y el respeto de los derechos fundamentales de todas las personas está ligada a la debida y oportuna observancia y aplicación de la ley, lo cual constituye el marco necesario para la convivencia social pacífica entre las personas y entre los Estados, así como para el reconocimiento y respeto de la dignidad humana.

Los momentos que vivimos deben ser de entendimiento y no de diferencia, de conciliación y no de enfrentamiento. Supusimos que nunca más tendríamos que actuar ante voces cuyo sonido fuera el eco de la discriminación y la exclusión, de la negación de la dignidad de las personas y del debilitamiento de las instituciones democráticas. Hoy, las amenazas que se ciernen en torno a los derechos y la dignidad de las personas nos llaman a la acción. Estamos ante un punto de inflexión en el que la manera como enfrentemos el entorno que se nos presenta definirá los puntos de equilibrio que como país y sociedad tengamos en el futuro. La suma de voluntades y acciones responsables que cada uno realice, serán la mejor forma de incidir en una defensa positiva de la justicia, de la equidad y de los derechos de las personas, para dejar de lado cualquier política de exclusión, discriminación o miedo.

La solución a los problemas económicos y sociales de un país, no puede llevar como bandera que se ataque o vulnere la dignidad de las personas. El legítimo ejercicio de las potestades soberanas de un Estado no puede implicar que se desconozcan los derechos humanos y se debilite el consenso internacional que alrededor de los mismos se ha construido desde hace varios años. El mundo no necesita de un nuevo discurso de odio, los cuales han sido punto de partida para varios de los peores actos genocidas que la humanidad ha atestiguado.

El radicalismo político siempre se ha nutrido de los discursos de odio, las retóricas intransigentes y el simplismo conceptual. En todo el mundo políticos de claro tinte autoritario pretenden eliminar a los derechos humanos como la columna vertebral de los sistemas de gobierno, e incluso los señalan como un obstáculo a la voluntad de las mayorías. Desgraciadamente, en demasiadas ocasiones estas falacias encuentran eco en las urnas. Urge reivindicar los valores sobre los cuales se han construido Estados asentados en el respeto de los derechos humanos.

En alguno de sus discursos, Don Jesús Reyes Heroles llegó a señalar que “la libertad se forma de libertades”, expresión que sigue siendo vigente hoy en día. Sólo en la medida en que hagamos posibles y garanticemos los derechos fundamentales de las personas, podremos preservar la libertad de cada individuo para planear su curso de vida y elegir el camino que tomará el desarrollo de su persona. Esta libertad se encuentra vinculada a la democracia en un sentido doble. Por una parte, alude a una potestad decisoria que se encuentra en la esencia misma de la democracia, mientras que, por la otra, es la propia democracia la que permite que las personas puedan ser libres. Sin derechos no puede haber democracia y sin democracia la libertad de las personas no puede ser plena.

Texto de las palabras del presidente de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos en el homenaje a Jesús Reyes Heroles: Tendencias actuales de la democracia en México efectuado en el Instituto Nacional Electoral, en la Ciudad de México, 13 de febrero de 2017.

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