Hay que pensar en voz alta del tema de la muerte

Hay que pensar en voz alta del tema de la muerte

 

  • El doctor Juan Ramón de la Fuente decidió hablar de un tema que es aún tabú que sobrecoge a la sociedad mexicana; prohibido y vetado
  • “Cómo podemos llegar a ella con la mayor dignidad y la mayor calidad posible”

 

 

José Luis Camacho López*.-En la Facultad de Medicina de la principal universidad mexicana, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, el doctor Juan Ramón de la Fuente, decidió hablar de un tema que es aún uno de los más oscuros tabúes en la sociedad mexicana cuando se trata de enfermedades terminales.

 

“Hay que pensarlo en voz alta”, dijo el prestigiado médico mexicano al señalar que si tenemos derecho a una vida digna, “la muerte forma parte de la vida, entonces tenemos derecho a una muerte digna”.

 

En el auditorio de esa Facultad, ubicada en la Ciudad Universitaria, al sur de la capital mexicana, De la Fuente, quien fue director de esa escuela de medicina, secretario de Salud del gobierno federal, y rector de esa universidad, rompió ese tabú que tiene su origen en esa mezcla mística de las herencias prehispánicas y de la colonia española durante tres siglos que aún perduran en la conciencia cultural de la gran mayoría de la población del país.

 

La figura de Coatlicue, una de las representaciones de la vida y la muerte en las culturas mexicanas antiguas, forma parte de esa extraña mixtura pagana que forma parte de los cultos religiosos, sobre todo con la católica que domina aún sobre la mayoría de las creencias del pueblo de México.

 

En algunas calles del centro de la Ciudad de México, se encuentran figuras a las que se profesan el extraño culto a la “Santa Muerte”, una contradictoria devoción cada vez más extendida, que las diversas iglesias mexicanas censuran y la asocian con prácticas diabólicas y que se les conecta con las actividades del comercio informal y con las delictivas.

 

 

Los días uno y dos de noviembre de cada año en que se celebran los Días de Muertos, en recuerdo de los parientes o amigos que se “adelantaron”, los mexicanos parecen reconocer a la muerte, se representan en calaveras hechas de azúcar y los cementerios los colman de flores. Sin embargo, en esos sentimientos contradictorios afloran los temores de hablar de la muerte. Conjugan al mismo tiempo la risa con el dolor, la gran paradoja en el culto a la muerte en México. Se habla de “un día me voy a morir”, pero no se dice más entre la población mexicana.

Hablar de la muerte causa escozor en las familias mexicanas. Si se llega a hablar de ella, se realiza con reverencia a la hora de colocar ofrendas en sus hogares en recuerdo de sus muertos o llevarles flores a los cementerios.

 

“El tema era prohibido, absolutamente insospechable”, dijo el doctor De la Fuente ante un atento auditorio formado por médicos, estudiantes de medicina y algunos juristas y filósofos.

En la misma universidad, hace dos semanas, en el auditorio de la facultad de Psicología, la doctora Feggy Ostrosky, preguntó a una escasa asistencia  de estudiantes, de un plantel donde el 80 por ciento son mujeres, sí alguien le gustaría vivir 120 años.

Fueron pocas las manos que se levantaron. La vejez es un tema que hace temblar a los jóvenes y optan por no hablar de ella, porque el envejecimiento inevitablemente plantea hablar del destino de la muerte.

 

La población podría vivir hasta 120 años

Ostrosky, una prestigiada especialista en estudios de la mente, mencionó que las personas que nacen en México este año, su vida podría llegar a los 120 años. Calculó que las personas que se jubilarán a los 65 años, vivirían 55 años sin hacer nada y en condiciones impredecibles de salud.

El doctor De la Fuente dijo que cuando se hablaba de la muerte, se hacía con una “suerte de reverencia y de temor, casi siempre invocando viejos códigos” que para este médico mexicano llegaron a tener sentido en el pasado, pero ahora “no lo tienen tanto”.

No lo tienen, agregó De la Fuente, en el contexto de los avances científicos y tecnológicos, de los avances de los derechos humanos, “de cómo se ha podido entenderla desde la medicina cada vez mejor de qué se trata la muerte y cómo podemos llegar a ella con la mayor dignidad y la mayor calidad posible”.

 

 

De la Fuente habló durante el acto de presentación de la segunda edición de la plataforma en línea “Cuidados Paliativos: Calidad al Final de la Vida” del Seminario de Estudios sobre la Globalidad de la UNAM, a la que asistió el rector de esta máxima casa de estudios, Enrique Grau Wiecher.

Para empezar dijo a su auditorio: Todos los que estamos aquí nos vamos a morir en este siglo por más que aumente la esperanza de vida” y de inmediato preguntó: ¿Cómo es que vamos a morir”.

Este médico mexicano dedicado a la psiquiatría que se ha empeñado en romper con el tabú de no hablar de la muerte en México como tema de salud, dijo que con el aumento de la esperanza de vida en el país, él aprendió que si se sobrepasan los ochenta años de vida, la posibilidad de morir de cáncer es muy baja.

 

“Ya de eso no nos vamos a morir”, expresó al destacar que dado ese aumento de esperanza de vida hay “hay mucha gente en México que vivirá más de ochenta años”.

Sin embargo, este doctor mexicano inquietó a buena parte de su auditorio de oyentes al presentar los cuatro grupos más frecuentes de fallecimientos en el país:

La muerte repentina por “la mala suerte estar en un lugar violento por un balazo cruzado o un accidente de tránsito y por un accidente vascular masivo o un infarto masivo. Muertes repentinas, una porción relativamente baja”.

 

 

Un segundo grupo corresponde a las enfermedades terminales, dijo De la Fuente. Ahí empezamos a hablar de la calidad al final de la vida y cuidados paliativos. El mayor ejemplo que puso este doctor mexicano es el cáncer, que en muchos casos es una enfermedad terminal.

 

El tercer grupo lo forman las enfermedades que se denominan “falla orgánica múltiple”, que tiene que ver con el metabolismo, con la obesidad, con el sobrepeso, empiezan con fallas en el riñón, en el pulmón. La mayoría de estos enfermos que tienen acceso a los servicios de salud, mueren en las unidades de cuidados intensivos. Las salas de cuidados intensivos están llenas de pacientes con fallas orgánicas.

 

Finalmente, el último grupo de citó De la Fuente fue el de las personas con malestares de lo que se ha llamado “la fragilidad por el envejecimiento”, donde se va disminuyendo las capacidades. Aumenta la fragilidad y el último año de esas personas que mueren de envejecimiento para De la Fuente “es terrible, es durísimo, es el último año de muy mala calidad de vida”.

“Cuando uno lo ve, lo estudia, lo analiza, dice uno, yo no quiero llegar ahí. No quisiera estar ahí, ese último año no es bueno”, dijo este médico que se ha propuesto que la sociedad mexicana tome conciencia de los problemas que acarrean a las personas las enfermedades cardiovasculares, degenerativas y por envejecimiento.

 

En México aumenta la esperanza de vida que rondaba hasta el año 2016 para los hombres en los 72 años y para las mujeres en los 77 años y para 2020 de 74 años para los hombres y 78 años para las mujeres. Desde 1930 la esperanza de vida entre el pueblo de México ha ido en aumento. Pero el gran problema que se le espera a la población mexicana, advertidos por la doctora Feggy Ostrosky y por el doctor Juan Ramón de la Fuente es en México la población alcance edades cercanas y superiores al centenario y el gran dilema es cómo y en qué estado de salud  van a llegar a esos años.

De la Fuente dijo que aumentaba la esperanza de vida, pero no los años de la juventud. Si así fuera este doctor dijo que regresaría a las aulas pero como alumno y no como profesor que es de la Facultad de Medicina.

 

Por ello, frente a los futuros conflictos que suscitan las enfermedades por malos cuidados, pésimos hábitos alimenticios, falta de prevención de enfermedades, dejar de asistir a los médicos, es que De la Fuente propone pensar en la muerte desde la medicina, del derecho y desde la filosofía, respetar el derecho de las personas a decidir sobre una muerte digna, que ya aparece en la Constitución de la Ciudad de México, recientemente aprobada.

 

 

En la Ciudad de México, aunque ya existe la reglamentación de la llamada “voluntad anticipada”, (unos 450 casos ya están documentados por las autoridades de salud de la capital mexicana), cuando un enfermo decide vía notarial que ya no se le suministren medicamentos para una vida artificial y dolorosa, la muerte digna es una forma de que se evite un prolongado fin de sufrimientos para la persona y su familia, y sobre todo costosos para el Estado y su círculo de efectos inmediatos.

Para De la Fuente desde el médico familiar se debe hablar abiertamente con sus pacientes del tema de la muerte digna cuando está sufriendo una enfermedad terminal o por envejecimiento, que decida la persona, sus familiares o incluso el paciente decírselo al propio doctor.

 

No es eutanasia, dijo De la Fuente, que no se confundan. Son dos cosas distintas, afirmó y pone como ejemplo que en los países (como Suiza, Bélgica, Luxemburgo, Holanda e incluso Colombia), donde se ha legalizado esta forma de morir, apenas uno por ciento opta por ella, mientras el 99 por ciento, no.

La eutanasia es otro tema que para De la Fuente tampoco debe dar miedo hablar de ello.

 

A mí me preocupa ese 99 por ciento, manifestó el ex rector de la UNAM, al anunciar que una primera gestión ante las autoridades sanitarias del país será que en el expediente de las personas que son pacientes de los servicios de salud de este país, se incorpore  el derecho a decidir de quienes sufran por alguna enfermedad crónica degenerativa, cáncer o por envejecimiento.

 

El tema de la muerte digna está abierto, los médicos mexicanos, principales destinatarios de esa iniciativa, tendrán que discutirlo junto con juristas y filósofos. Por lo pronto en la Constitución de la Ciudad de México, por hoy objeto de controversias, una de ella es la de la muerte digna, impugnada por las iglesias, forma parte de los derechos de la población de la capital mexicana.

 

*Director Editorial de TE.

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