La crisis de una Universidad que trasciende el envejecimiento de sus académicos

La crisis de una Universidad que trasciende el envejecimiento de sus académicos

 

  • Proponen en la UNAM retiros hasta los 75 años
  • El 70 por ciento de los académicos son de asignatura y atienden el 80 por ciento de la matrícula escolar
  • Sufren discriminación salarial y por edad
  • Las autoridades de la rectoría se niegan a dialogar y les cierran las puertas de la rectoría
  • La figura de Barros Sierra emerge en la crisis

 

Foto T E

 

Susana Sánchez.-Cuando el rector Javier Barros Sierra, contaba una profesora de preparatoria frente a la Rectoría de la UNAM, se reunía con académicos de la Universidad, les decía como tratar a sus alumnos. Solamente hay tres formas: “reprimiéndolos, manipulándolos o educándolos”.

 

Esta profesora de preparatoria, ya persona mayor, recordaba estas palabras de Barros Sierra durante una reducida concentración de académicos de asignatura, los de a pie, que simbólicamente representan el 70 por ciento de la plantilla docente que se hace cargo del 80 por ciento de la matrícula escolar de la Universidad Nacional Autónoma de México. Piden ser tratados con dignidad.

 

Son los trabajadores de la educación “más baratos” del país que cumplen con sus misiones en las aulas, afirmaban diversas voces de estos académicos sometidos a condiciones laborales muy por debajo de la legislación mexicana del trabajo, con salarios que oscilan entre los seis mil y diez mil pesos, aunque hay quienes no alcanzan ni el salario mínimo de unos 80 pesos diarios.

 

Este lunes en la explanada de la Rectoría esta maestra esgrimía la necesidad de que las autoridades universitarias encabezada por el rector Enrique Graue, los recibiera y escuchara. Pedían diálogo para tratar los grupos del alumnado universitario hacinados en las aulas. Un trato decente a los académicos de asignatura.

 

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El nombre de Barros Sierra ha sido frecuentemente citado estos días, sobre todo tras ese conflicto desatado el pasado 3 de septiembre luego del violentísimo atentado con varas y navajas a un grupo de inermes estudiantes de bachillerato frente a las mismas puertas de la rectoría de la UNAM, al sur de la capital mexicana.

 

Este reducido número del profesorado universitario presentó un conjunto de peticiones que se iniciaban con un aumento al 50 por ciento de los salarios, reducir los grupos de alumnos a 24, dado que cada profesor de asignatura llegan a tener en sus procesos de enseñanza-aprendizaje a más de 50 estudiantes, estabilidad laboral y aumento a los presupuestos para las universidades públicas.

 

Una de sus quejas más recurrentes de este grupo de profesores de asignatura es ser relevados por edad. Las actuales autoridades universitarias han establecido un programa de exclusión de los trabajadores al llegar a los 70 años.

 

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Este grupo de mentores de asignatura piden que la edad de retiro sea hasta los 75 años. En este programa, denominado “personal académico de tiempo completo en etapa avanzada de vidas académica”, las autoridades eluden decir abiertamente que se trata retiros por edad a los 70 años. Todo un eufemismo.

 

En la mayor universidad pública del país poco más de 40 mil profesores, de los cuales solamente 12 mil 395 son de tiempo completo, están a cargo de atender a cerca de 350 mil estudiantes de 15 facultades, 5 unidades multidisciplinarias y 8 escuelas nacionales, en 9 planteles de la Escuela Nacional Preparatoria 5 planteles del Colegio de Ciencias y Humanidades, además de los institutos de posgrado.

 

La figura de Javier Barros Sierra se ha convertido en un emblema estos días en la UNAM. En los aciagos días de la segunda mitad de 1968 Barros Sierra llegó a enfrentarse al propio Presidente de la República y al ejército que había ocupado los planteles de educación superior, hizo estallar una histórica puerta de la preparatoria de San Ildelfonso de un bazucazo y en esa oleada de autoritarismos se detuvieron a cientos de estudiantes y profesores que fueron encarcelados en rápidos procesos de facto.

 

Barros Sierra fue la voz que defendió a estudiantes y profesores hace medio siglo que hoy se celebran con diversos actos en México. Hoy esa voz la extrañan los estudiantes y los profesores.

 

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La crisis actual de la Universidad nacional mexicana no solamente tiene que ver con la presencia de grupos de golpeadores que inhiben cualquier manifestación o acción de los estudiantes en las escuelas de bachillerato y el envejecimiento de su planta académica. Ha trascendido de cara al modelo educativo de la Cuarta Transformación de la República que propone el nuevo presidente de la República para el sexenio 2018-2014, que se inicia el próximo primero de diciembre.

 

Manuel López Obrador ha propuesto que la UNAM abra sus puertas a un mayor número de estudiantes para evitar el numeroso grupo de jóvenes que se les conoce como “rechazados”, lo que implica mayores presupuestos a las universidades públicos, sobre todo a la Universidad Nacional, construir más aulas y una plantilla académica lo suficiente para atender a todo el alumnado que solicita ingresar a los centros de educación superior.

 

Este reducido grupo de profesores y profesores reunidos en la explanada de la rectoría donde el miércoles 5 de septiembre, arribó una enorme manifestación de estudiantes que protestó contra la violencia acreditada a los “porros”, realizó un mitin este 10 de septiembre para exponer sus angustiosas condiciones económicas al trabajar por hora de clase, sujetos a contrataciones cada semestre, atender a grupos de más de 50 alumnos en cada aula y ser víctimas de discriminaciones por edad.

 

 

Durante más de una hora y pleno sol del mediodía, este grupo de profesoras y profesores esperaron ser recibidos por las autoridades de la rectoría, cuyo edificio mantuvo cerradas sus puertas, hasta que el secretario general Leonardo Lomelí Vanegas, les envió a uno de sus secretario, Raúl Bejarano, un titubeante académico de la Facultad de Contaduría y Administración, con un sello para recibir la carta de peticiones, que no supo responder a las demandas de diálogo que le exigían los profesores y profesoras reunidos por la parte trasera de la rectoría donde se les había ofrecido recibir su documento.

 

Bejarano les mostró el sello para recibir el documento lo que indignó a más de una profesora que de inmediato empezaron a exigir a gritos un diálogo con el rector Enrique Graue, quien aparentemente estaba reunido con el presidente electo López Obrador en sus oficinas de la colonia Roma.

 

El grupo de mentores finalmente decidió no entregar el documento tras insistir en ser recibidos por las autoridades universitarias para entablar un diálogo, un diálogo frente a una rígida burocracia de la torre de la rectoría donde hace cincuenta años el rector Javier Barros Sierra salió a defender su universidad, a sus alumnos y a sus maestros.

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