Dilma Rousseff, la presidenta adulta mayor, admiradora de la Revolución Mexicana y de Diego Rivera, el genial muralista

Recordó al México democrático que recibió a los exiliados brasileños y sudamericanos durante las dictaduras latinoamericanas en el siglo pasado, a las culturas de Mesoamérica.

En Palacio Nacional, este martes 26 de mayo, una presidenta adulta mayor, la exguerrillera, torturada durante la dictadura militar en Brasil en los años sesenta, quien ahora encabeza el gobierno del mayor espacio territorial de América Latina. Tiene cerca de 68 años, el presidente Enrique Peña Nieto recordó su lugar de nacimiento: Minas Gerais,  “región donde surgió el primer intento de independizar a Brasil, liderado por Joaquim da Silva Xavier, también conocido como Tiradentes”, dijo el mandatario mexicano.

Se trata de Dilma Rousseff. La recepción en su honor, en el patio central de Palacio Nacional, luego una comida en el soberbio Salón de la Tesorería. Antes Dilma, quien nació el 14 de diciembre de 1947,  recorre emocionada los emblemáticos murales de Diego Rivera, que la mandataria brasileña ansiaba conocer, observar en detalle  cada uno de los páneles del más extraordinario mural del artista más excepcional del siglo XX mexicano: dibujante, pintor, grabador, escultor, ilustrador, decorador escénico, arquitecto, autor de un mural que ocupa los muros de las escaleras del Palacio Nacional,  síntesis de la historia de México que el genial artista denominó “Epopeya del pueblo mexicano”.

Dilma, hija de madre brasileña y padre búlgaro, militó en la resistencia que se opuso al golpe militar que derribó al presidente Jao Goulart en 1964. Dilma fue miembro de una organización marxista desde que era estudiante de secundaria, después se sumó a una organización guerrillera, Colina, que combatió la dictadura militar. Fue detenida en 1970 y un tribunal  castrense la condenó a tres años de prisión.

El presidente Peña Nieto aludió la ciudad donde nació la egresada de Economía ahora presidenta de Brasil, Belo Horizonto “íntimamente ligada en geografía, historia y principios al Ouro Preto, de donde emanó el ideal de un Brasil, libre y soberano”.

“La bandera de aquellos héroes, los Conjurados  Mineiros, es hoy la bandera del Estado de Minas Gerais, cuyo lema expresa en latín: libertad aunque venga tarde”, dijo Peña Nieto en un discurso escuchado gratamente por la presidenta Dilma en su primera visita a México.

“Desde entonces, la libertad- agregó Peña Nieto-  ha sido el gran proyecto social de Brasil, fue también el principio que inspiró a su gente a luchar contra la dictadura entre las décadas de los 60 y 80 del siglo pasado, y ha sido la ampliación de esa libertad el gran proyecto que ha emprendido su Nación en los últimos 12 años, al combatir frontalmente la pobreza”.

Dilma Rousseff agradeció el cálido discurso, lamentó y expresó sus condolencias por  los sucesos de Ciudad Acuña, donde un tornado causó muertes y graves daños a esa ciudad del norte del país.

Habló con entusiasmo después de contemplar y admirar una “de las grandes manifestaciones del muralismo mexicano”.

“Acabo de ver y de contemplar y admirar una vez más esa excepcional obra del gran Rivera”, dijo la presidenta adulta mayor. “Estoy segura de que en ella está plasmada con maestría los anhelos del pueblo mexicano y de todos los pueblos del mundo por libertad y por justicia social”.

México y Brasil vuelven a encontrarse en un destino común en América Latina. Dilma lo dijo con énfasis: “deberíamos reinventar nuestras relaciones. Reinventarlas por las oportunidades inmensas que en nuestros países nos brindan el uno para el otro”.

Habló por el  gigante del sur del continente. Dilma convocó a unir los destinos de México y Brasil. “Nuestros países tienen mucho en común. Nosotros somos latinoamericanos, países en vías de desarrollo, de grandes territorios, de gran población; somos economías emergentes que promueven la integración y el multilateralismo como medios para alcanzar un orden internacional próspero, justo y democrático”.

En su mente y su palabra en un portugués claro y pausado recordó las “expresivas manifestaciones en nuestras culturas nacionales, y México, nosotros sabemos bien, que es la cuna de una de las más importantes civilizaciones de la historia de la humanidad. Estuvimos juntos- dijo Dilma- en momentos claves de la política internacional, de la década pasada, como lo fue la oposición de la invasión en Irak en 2003”. Recordó los puntos de coincidencia entre México y Brasil: en la Cumbre de la Organización Mundial de Comercio crearon ambos países, el G-20 en Cancún, iniciativa que cambió las negociaciones multilaterales de comercio “convirtiéndolas en más justas y equilibradas”.

Enumeró otras coincidencias en la alianza México-Brasil para la creación de la Comunidad de los Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, “en donde demostramos- agregó Dilma- que podemos encontrar en la diversidad de nuestra región puntos de convergencia y de convivencia de México”.

“Debemos trabajar al máximo para poder acercar nuestras posiciones y evitar falsos antagonismos y aprovechar también la naturaleza y todas las  posibilidades comunes que nuestros pueblos nos presentan. Y es con ese espíritu que hicimos de esta región un espacio de paz, hoy, y es un modelo para el resto del mundo; vivimos muchos años, casi siglos en paz”, dijo Dilma  al presidente mexicano.

La presidenta de Brasil y el presidente de México brindaron con tequila y cachaza, la bebida popular en Brasil.

Con sisible admiración, la mandataria brasileña habló de la enseñanza de un México, “factor de orgullo para nuestra identidad de latinoamericanos”,  que “fue capaz de crear una civilización en la llamada Mesoamérica Precolombina de porte y que está a la altura de todas las grandes civilizaciones de la egipcia, de Babilonia, de la hindú, de la China, en fin, de como cualquier otra”.

También  habló del  México- que reseña los murales de Rivera-  de su Revolución, “porque la Revolución Mexicana fue la primera que lanzó en América Latina los valores de la libertad, y de los derechos a una vida digna para nuestras poblaciones, y de la justicia social y de la democracia, de la soberanía de nuestros países”.

Dilma elogió as la Revolución Mexicana, “la primera que lanzó las bases para lo que nosotros deseamos, la creación de una gran clase media latinoamericana, porque para nosotros, señor Presidente, el final de la miseria, la superación de la pobreza extrema siempre es nada más el principio, es el principio para que nosotros seamos capaces de ofrecer servicios de calidad, sobre todo, educación de calidad para nuestras poblaciones”.

La exguerrillera que llegó a presidenta del país más extenso de América Latina, aludió al México democrático, el México que acogió exiliados brasileños y latinoamericanos que sufrieron en el siglo pasado “las más duras dictaduras” en Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Argentina.

“Aprendemos, también, y lo vivimos aquí en México cómo es bueno ser recibido en un país democrático cuando sus países sufren con las más duras dictaduras, y México fue acogedor para los brasileños y para latinoamericanos de todas las partes de nuestro Continente”.

Recordó al escritor Carlos Fuentes “cuando recibió el Premio Príncipe de Asturias dice, y yo lo cito: Vivimos hoy con un pie sobre las cenizas y otro sobre las semillas. No sabemos separar el pasado del porvenir, ni debemos hacerlo: ambos nos acompañan en el presente”.

Por su parte, Peña Nieto recordó la amistad de  Alfonso Reyes, quien fuera embajador de México en Brasil con “la gran poetisa Cecilia Meireles, quien narró la gesta libertaria de los Conjurados Mineiros”, y escribió en su poema Reinvención,  citado por el mandatario mexicano: Que la vida sólo es posible reinventada”.

“Su Visita de Estado, excelentísima Presidenta, confirma que hoy Brasil y México estamos reinventando nuestra relación”, le dijo Peña Nieto a la presidenta adulta mayor de Brasil, después de una jornada de firmas de convenios que actualizan los intercambios entre los dos países en materia comercial,  turismo, medio ambiente, pesca, agricultura y servicios aéreos.