La población adulta mayor LGBTI anhela un mundo más justo, más diverso, en el que merezca la pena vivir

La población adulta mayor LGBTI anhela un mundo más justo, más diverso, en el que merezca la pena vivir

Cuando ya no se tiene edad para ser amada

edad para ser amada

ESMULES

ESMULES (Espacio de Mujeres Lesbianas por la Diversidad ) es uno de los pocos espacios de activismo por los derechos LGBTI de y para mujeres lesbianas en El Salvador. Es una ONG que trabaja la formación, la sensibilización, la incidencia, y que en mi opinión destaca por su trabajo en pro de la visibilización específica de las mujeres, y sus esfuerzos por la investigación. Los datos objetivos, el análisis técnico y sistemático de la realidad de la población LGTBI es una herramienta potente para la incidencia, necesaria si queremos que las políticas respondan de verdad a las necesidades e intereses de la población.

Hasta la fecha, ESMULES ha realizado 4 estudios, y el pasado 10 de abril presentó el más reciente, que para mí resulta tan interesante como revolucionario -por lo innovador-:Situación de la población Adulta Mayor LGBT en El Salvador .

La raíz de la exclusión y la vulnerabilidad especial de la población adulta mayor LGBTI está, como bien explican en el documental “Tí@s”, en la propia naturaleza de una “civilización pensada para enaltecer la juventud”, una “sociedad falocéntrica y machista” que aparta a quienes ya no sirven para producir. Es ahí donde nace la doble discriminación, doblemente preocupante, a la que como sociedad condenamos a nuestras abuelas y abuelos.

La legislación salvadoreña contempla la protección especial para la población adulta mayor, a través de la Ley de Atención Integral para la persona Adulta Mayor, y sin embargo la realidad es que no se protegen debidamente sus derechos.

La propia Secretaria de Inclusión Social reconoce que ha sido y es difícil lograr que desde las instituciones públicas se atiendan correctamente las necesidades que la misma ley contemplaPorque cuando cuidamos a hombres y mujeres mayores, lo hacemos desde la posición de poder que nos da nuestra adultez; y los convertimos, en el mejor de los casos, en niños y niñas sin capacidad para opinar, para decidir… para vivir. La mayoría de los Centros de Atención a Personas Adultas Mayores en El Salvador tienen dificultades para reconocer la existencia de relaciones sexoafectivas entre las personas usuarias, incluso cuando se trata de heterosexuales. Hacerse mayor en estos centros implica con demasiada frecuencia renunciar a la vida sexual y familiar, una vida para la que la mayoría social entiende que “ya no tienen edad”.

Y la negación de derechos se duplica si las familias las componen dos hombres, o dos mujeres. Porque ningún centro o residencia reconoce la existencia de este tipo de familias, porque a menudo no reconocen siquiera la existencia de la homosexualidad, la transexualidad o la intersexualidad. Porque es difícil garantizar la subsistencia a través del sistema público de pensiones, pero en El Salvador resulta imposible que se reconozca una pensión de viudedad en caso de parejas del mismo sexo.

Porque el derecho a la salud está débilmente protegido, en general y particularmente para las personas adultas mayores, pero el sistema sanitario no cuenta con recursos de ningún tipo para atender las necesidades específicas de la población LGBT, y obliga a gays, lesbianas y trans mayores a negar su realidad para evitar discriminaciones.

Lo revolucionario de este estudio es que saca a debate público una de las realidades más invisibilizadas, de la que a menudo todas nos olvidamos porque afecta a personas que ya no salen a la calle a reivindicar sus derechos, que ya no tienen fuerzas para seguir gritando. Y nos saca un poco los colores a las instituciones, las organizaciones, los movimientos y las personas que sí podemos y debemos protestar y pelear, por nuestros derechos y por los de aquellas que ya batallaron para dejarnos un mundo más justo, más diverso, en el que merezca la pena vivir.

*Las imágenes son de una pareja de amigas, según las definen en la residencia de mayores de El Salvador donde viven. Sus muestras de cariño cotidiano fueron retratadas a escondidas por Wendy Castillo, de ESMULES.

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