“El amor y el deseo no tienen fecha de vencimiento…”

“El amor y el deseo no tienen fecha de vencimiento…”

  • Comenzar un amor después de los 60 es un desafío tan difícil como revitalizador
  • Implica animarse y enfrentar prejuicios.
  • Los especialistas aseguran que mejora la calidad de vida

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 Agustina MUSSIO*

Irma Neves (80) empezó un romance con Ricardo Comarnisky (88) cuando tenía 77 años. Pero se conocían desde mucho antes: vivían a tres cuadras de distancia y él era compañero de trabajo de su marido. Fue la soledad que sobrevino a la viudez (primero de uno y después del otro) lo que los unió. “Una vez nos cruzamos en la calle y le conté que iba para PAMI. Él se ofreció a llevarme”, recuerda Irma. Desde ese momento comenzaron a pactar encuentros: “Nos juntábamos a almorzar, a tomar mate a la tarde y nos acompañábamos a hacer los trámites”, dice la mujer. Pese a que la relación prosperó, y ya llevan un noviazgo de tres años, decidieron seguir viviendo en casas separadas. “Hay diferencias de carácter que perjudicarían la convivencia. Por eso nos pareció mejor mantenernos así”, cuenta Irma.

“La capacidad de amar es importante, no hay que pensarla en segundo plano a ninguna edad”

 Comenzar una relación amorosa después de los 60 implica atreverse, confiar en uno mismo, tener ganas de volver a empezar, exponerse frente a un otro, asumir los riesgos de un posible fracaso, desafiar prejuicios y vencer el pudor de mostrar un cuerpo gastado por los años. No es fácil y, como agravante de la situación, es un tema del que poco se habla. El amor y la pasión parecerían relegarse necesariamente con el paso de los años. Para algunos será así, pero en otros el deseo se mantiene intacto.

La escritora chilena Isabel Allende (72), recientemente separada después de haber estado 27 años en pareja, confesó sentirse “muy sola”, en un entrevista que dio a una revista, y se mostró abierta a la posibilidad de un nuevo amor: “Antes a los 30 años se suponía que eras maduro y a los 50 eras viejo. Esto se ha ido corriendo. A los 70 todavía se puede pensar en una persona activa, trabajando, enamorada. Se suponía que después de la menopausia, después de los 50 años, una mujer no tenía interés en enamorarse o en la vida sexual. Eso ha cambiado porque la cultura lo promueve. Tengo 72 años y estoy lista para enamorarme de nuevo. Sé que tengo la capacidad de enamorarme tan perdidamente como a los 20. Y hacer las mismas estupideces que hice a esa edad”, sostuvo.

“El amor después de los 60 o de los 70 es revitalizador y mejora la calidad de vida”, afirma Virginia Viguera, psiquiatra jubilada, dedicada a la educación de adultos mayores. Y asegura: “La capacidad de enamorarse no se pierde porque uno envejece. Alguien dijo que ‘uno se hace viejo si pierde la capacidad de amar’”.

La especialista plantea que el amor y la sexualidad pueden experimentarse de forma diferente en las personas mayores: “En detrimento de la pasión toman más fuerza otros sentimientos, como la ternura”, y cuenta que en estas relaciones los momentos compartidos se vuelven cruciales para el vínculo, como también el acompañamiento y el apoyo mutuo.

Sara Iajnuk, medica geriatra diplomada en gerontología, que el año pasado dictó un curso de “Sexualidad en los adultos mayores” en el Pepam (Programa de educación para adultos mayores), enfatiza: “La capacidad de amar es tan importante como comer, dormir o trabajar. No hay que pensarla en segundo plano a ninguna edad”.

“Quizás ya no entra en juego el sexo puramente físico, pero hay un compromiso emocional muy grande”, dice Iajnuk, y diferencia entre genitalidad y sexualidad: “La genitalidad incluye la penetración por los órganos genitales. En la sexualidad está el erotismo, las caricias, hay sexualidad sin penetración. Se establece otra intimidad que se lleva a la cama. Entran en juego los sentimientos, los pensamientos, la totalidad de la persona”.

Aunque la sociedad va mostrándose cada vez más abierta a dialogar sobre diferentes temas y contempla situaciones que “escapan” de lo convencional. Poco se habla del deseo de los “viejos”. De esta manera, quienes todavía tienen ganas de amar sienten vergüenza. Como si sólo los jóvenes gozaran del derecho al romance.

“Las viudas que fueron felices hacen una segunda pareja. Están mejor preparadas”

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La reconocida filósofa Esther Díaz (75) cuenta, en diálogo con EL DIA, que perteneció a la generación de jovencitas que recibían una educación sexual represiva y llegaban vírgenes al matrimonio. Confiesa que recién después de los 50 comenzó a redescubrir y a disfrutar de la sexualidad. Paralela y progresivamente, sentía que socialmente se le iba negando el derecho a gozar.

“Hay un tabú con el tema que proviene de la sociedad machista y patriarcal en la que vivimos. Salvo en casos aislados, los hombres cuando envejecen también dejan de tener poder y los van haciendo a un lado”, dice la filósofa, y plantea que “todo” lo que no se ajuste al patrón que se promociona como ideal, en cuanto a la edad y al cuerpo “deseable” va quedando afuera del sistema: “ y lo digo en mi calidad de mujer y de persona mayor. Este sistema también incluye la idea del amor, de la pasión. Por supuesto que también se da, pero a contrapelo de la sociedad”.

Díaz plantea que “como los viejos no tienen nada que hacer dentro del patrón ideal” pasan a llamarlos abuelos: “La gente lo dice sin darse cuenta, con ternura, pero es una ofensa espantosa: Yo prefiero que me digan atorranta a que me digan abuela, porque quiere decir que dejaste de tener identidad propia, sos en función de tu descendencia, que por otro lado, no te da artículo. Decirle abuela a una persona es dejarla sin nombre. Da la pauta de que ya no podés aspirar a la intimidad con un hombre. Dejaste de ser deseada y entonces te mandan a cuidar nietos”.

La filósofa plantea que otra dificultad reside en que existen pocos espacios donde la gente grande se pueda conocer: “Los lugares de solos y solas son nichos en los que suele haber una miseria humana que espanta. Como no está aceptado que los “viejos” también quieren ir a bailar, como pasa con la juventud, sólo existe algunos reductos marginales ”.

En este sentido, otro problema que enfrentan las personas mayores tiene que ver con los recursos económicos: “Un hombre que quiera invitar a almorzar a una mujer y después llevarla a un hotel, porque comparte la casa con su hijo, sabe que se le va el 20% de la jubilación”, señala Iajnuk.

También los hijos de los adultos mayores con ganas de enamorarse muchas veces se convierten en un obstáculo para la incipiente relación. “La pregunta que repiten es: ¿Qué necesidad tenes vieja a esta edad?; ¿ya te olvidaste de Papá?, ¿qué va a opinar la gente? Generalmente los hijos protestan más a las mamás que a los Papas”, cuenta Viguera.

“Decirle abuela o abuelo a una persona es dejarla sin nombre. Da la impresión de que ya no se puede aspirar a la intimidad con otra persona”

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La especialista plantea que algunas personas logran relaciones más satisfactorias después de los 60. “En especial las mujeres sobre las que la educación fuertemente represiva, en cuanto a gozar y expresar, hizo estragos. De grandes se encuentran con una posibilidad de sentir y de amar diferente”, dice.

Sin embargo, la mayoría de las mujeres que fueron infelices en su matrimonio se niegan a una nueva oportunidad de amar. Les cuesta más saltar la barrera de prejuicios y miedos.

“La experiencia anterior condiciona las nuevas relaciones. Las viudas que fueron felices hacen una segunda pareja. Están mejor preparadas para formar otra y parece que el hombre lo percibe. Tienen un halo distinto, no reniegan de la vida y es probable que sean más encantadoras y atractivas. Manejan mejor las reglas de la coquetería”, dice Iajnuk.

Frente al aumento de la expectativa de vida y, por ende, al envejecimiento de la población, comienzan a reformularse algunos esterotipos. Aunque todavía es muy reciente, empiezan a circular imágenes de mujeres mayores en las que no aparecen asociadas a su rol de abuelas, si no que se las muestra como personas con estilo propio, que bien podrían marcar tendencia.

Las marcas Saint Laurent, Céline y American Apparel son algunas de las que eligieron a mayores de 60 para que protagonicen sus anuncios publicitarios: lejos del estereotipo ‘abuelístico’, muestran señoras “cool”, que visten a la moda.

“Yo sé que muchas mujeres se asumieron como abuelas y es probable que repitan el discurso hegemónico: ‘yo ya no, a esta edad ya cerré el quiosco’. Aunque no sea fácil, yo no cierro ningún negocio. Mientras estemos vivos hay deseo. No creo que tenga fecha de vencimiento”, dice Esther.

Agustina MUSSIO es socióloga, colabora en varios periódicos y revistas sobre temas de actualidad

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