El sistema de recompensa cerebral está alterado en las personas con obesidad

El sistema de recompensa cerebral está alterado en las  personas con obesidad

Las personas con obesidad tienen diferencias anatómicas en las estructuras cerebrales que regulan la conducta y las recompensas, plantea un artículo publicado por la revista científica ‘Neuroimage’ sobre el estudio realizado por la Universidad de Barcelona (UB) y el Consorcio Sanitario de Terrasa

Reconstrucción cerebral. UB
Reconstrucción cerebral. UB

El estudio ha reconstruido con técnicas de resonancia magnética las zonas del cerebro donde se encuentra el sistema de recompensa y ha documentado alteraciones en el volumen y la integridad de las conexiones neuronales.

Los resultados, publicados en la revista científica ‘Neuroimage’, profundizan, según los investigadores, en el conocimiento de los fundamentos anatómicos de la obesidad y abren la puerta a diseñar tratamientos más personalizados.

La investigación ha sido dirigida por María Ángeles Jurado, profesora del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la UB e investigadora del Instituto de Investigación en Cerebro, Cognición y Conducta (IR3C), y Maite Garolera, responsable de la Unidad de Neuropsicología del Consorcio Sanitario de Terrassa.

Las investigadoras, que han recordado que la obesidad se ha duplicado en el mundo entre 1980 y 2014, han trabajado con la hipótesis de que en la obesidad hay una alteración del procesamiento del refuerzo de la ingesta, y que esta modificación se relaciona con una ingesta excesiva.

Para ello, han investigado el sistema de recompensa, que es un mecanismo cerebral clave en el comportamiento, ya que cuando se activa aumenta la probabilidad de volver a repetir la conducta que lo enciende.

Este sistema se ha estudiado especialmente en las adicciones, pero también está en la base del refuerzo de la ingesta de alimentos.

“Lo que nos interesa es describir y estudiar las bases cerebrales de la ingesta en la obesidad, y en concreto las bases anatómicas del sistema de recompensa por su rol en la conducta”, ha explicado Idoia Marqués, investigadora de la UB y del IR3C.

Los investigadores aplicaron técnicas de resonancia magnética para estudiar el cerebro de 63 participantes (de 12 a 39 años), divididos en un primer grupo integrado por personas con un índice de masa corporal (IMC) igual o superior a 30, indicador de la obesidad, y un segundo grupo de control, con personas con un IMC entre 18,5 y 25, es decir, peso normal.

Los investigadores de la UB: de izquierda a derecha, Pilar González Tartiere, Idoia Marqués Iturria, Jonatan Ottino, María Ángeles Jurado, Roser Pueyo y Xavier Caldú.
Los investigadores de la UB: de izquierda a derecha, Pilar González Tartiere, Idoia Marqués Iturria, Jonatan Ottino, María Ángeles Jurado, Roser Pueyo y Xavier Caldú.

Uno de los puntos destacados del estudio es la selección de una muestra homogénea y metabólicamente sana, ya que quedaron fuera tanto las personas con un comportamiento más compulsivo de ingesta -el llamado trastorno de hartazgo- como las que tenían algún historial de enfermedades cardiovasculares, metabólicas o psiquiátricas.

“Se ha demostrado que otros factores de riesgo, como la diabetes o las enfermedades cardiovasculares, producen alteraciones tanto estructurales como funcionales en el cerebro. Así, si la persona tiene alguno de estos trastornos no se puede distinguir si los efectos en el cerebro están relacionados con la obesidad o con los otros factores”, ha señalado Jurado.

Conexiones cerebrales

Los investigadores han usado la resonancia magnética para reconstruir las conexiones de la sustancia blanca que forma la red del sistema de recompensa y, a partir de estos datos, compararon el volumen y la integridad de las conexiones entre los dos grupos de participantes.

“Los resultados apuntan a una conectividad estructural más pequeña del grupo de personas con obesidad respecto al grupo de control, tanto en el volumen de la sustancia blanca como en la integridad de las fibras que forman las conexiones del sistema de recompensa”, ha detallado Marqués.

“No se trata de cambios estructurales tan grandes como los que se ven en las patologías cerebrales clásicas, sino que son cambios sutiles. Sin embargo, sí hay diferencias en la manera en que la ingesta resulta reforzada, esto significa que el sistema que regula la conducta en la alimentación es diferente”, según Jurado.

En otros estudios anteriores, el mismo grupo de investigadores ya había encontrado diferencias funcionales y anatómicas en el cerebro de las personas con obesidad, como un grosor cortical más delgado en zonas implicadas en el control cognitivo.

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