Shabat en el Gehenna, un cuento de Isaac Bashevis Singer *

Shabat en el Gehenna, un cuento de Isaac Bashevis Singer *

Traducción de Maysa MOYA PAYÁN

 

En Shabat, como se sabe,  no hay fuegos en el Gehenna. Las camas de clavos están cubiertas con sábanas. Los ganchos de los que cuelgan las mujeres y hombres malvados – de sus lenguas los chismosos, de sus manos los ladrones,  de sus pechos los lujuriosos, de sus pies los que corren después de sus pecados-  están ocultos por cortinas. Las pilas de carbón hirviente y nieve congelada en los cuales los transgresores son arrojados se hacen invisibles ese día. Los ángeles de la destrucción han guardado sus fieros garrotes y mazos de madera y metal.

Los pecadores que siguen siendo piadosos incluso en el Gehenna (pues éstos existen)  van a una pequeña sinagoga en donde cantores que fueron injustos y malvados entonan las plegarias del Shabat.

Los librepensadores (hay muchos de éstos en el Gehenna) se sientan sobre troncos  y conversan. Como es usual entre los cultos, su tópico es cómo mejorar su suerte, cómo hacer un mejor Gehenna.

Aquella tarde invernal y fría  de Shabat  un pecador llamado Yankel Farseer  comentaba: “el problema  con nosotros aquí en el Gehena es que somos egoístas, cada pecador piensa solamente en  sus propios asuntos. Si piensa que puede salvar su trasero de unos cuantos latigazos del ángel Dumah, ya siente que está en el séptimo cielo. Si pudiéramos -entre todos formar un frente unido- no necesitaríamos de la intercesión privada. Podríamos presentar, entre todos, demandas concretas.”

Cuando pronunció la palabra “demandas” se le hizo agua la boca mientras se sofocaba y pujaba.  Yankel era un hombre gordo, de anchos hombros, un gran estómago redondo y piernas cortas. Una   cabellera  larga cubría su calva y tenía una barba,  no como la que lucían los piadosos del paraíso, sino una muy rebelde: cada cabello  apuntaba a una dirección distinta.

Un delincuente de poca monta que anudaba su cola de caballo con un pedazo de  alambre que arrancó  de la cama de clavos, preguntó: “¿qué clase demandas, camarada Yankel?”

“En primer lugar que la semana en el Gehenna  no debería durar seis días, deberíamos tener una semana de cuatro días. En segundo lugar que cada pecador tenga unas vacaciones de seis semanas, durante las cuales vuelva  a la Tierra y rompa los Diez Mandamientos sin castigo. En tercer lugar nosotros, en el Gehenna, no deberíamos estar separados de nuestras amadas hermanas, las mujeres pecadoras. Nosotros demandamos sexo y amor libre. En cuarto lugar…”

“¡Ésos son los sueños de un descerebrado!” exclamó Chaim Bontz. Un ex gángster. “El ángel Dumah no teme tus demandas ni tus peticiones, ni siquiera se toma la molestia de leerlas”.

“¿Entonces  qué propones?”

“Los ángeles, como los humanos, sólo entienden de una forma, con golpes; debemos armarnos,  derrocar y expulsar al ángel Dumah, estremecer las cortes del Cielo, romperles algunas costillas a los justos. Entonces  tomaremos al Paraíso, al Leviathan,  al Toro Salvaje, al vino santificado, en fin, todas las otras cosas buenas, entonces…”

“¿Armarnos?” exclamó un pequeño burgués que cayó en el infierno por estafador. “¿En dónde conseguirás armas en el Infierno? Ni siquiera nos dan tenedores ni cuchillos. Los ardientes carbones que comemos tenemos que tomarlos con nuestros propios dedos.  Además el Gehenna no dura más que un año, excepto por los Shabats  y días festivos. Se supone que mi condena termina un día después de Purim, si iniciamos una conspiración mi condena puede alargarse. ¿Saben ustedes cuál  es el castigo por conspirar contra el ángel Dumah?

“¡Ésta es la mayor desgracia de nosotros, los pecadores!  gritó Yankel Farseer.  “Todos piensan solamente en sí mismos, ¿qué tal los castigos  que nos esperan? Este año no es tan malo, sólo tiene doce meses,   pero el próximo, según nuestro calendario, será más largo”.

“No es mi obligación pensar en todos los condenados del mundo” dijo el estafador. “¡Resulta que yo soy una víctima del Sistema, todo lo que hice fue falsificar una firma. Yo derramé tinta, no sangre. Aquellos que asesinan, que prenden fuego a las casas, que apuñalan y violan no son  mis hermanos. Si yo mandara aquí, los encerraría hasta el fin del año seis mil!”

“¿No acabo de decir que cada pecador sólo piensa en sí mismo?” dijo Yankel  Farseer . “Si no nos unimos los ángeles pueden castigarnos como quieran y, en ese caso, para qué hablamos; sigamos jugando cartas hasta que termine el Shabat.”

“Camarada Yankel” exclamó un pecador con gruesas gafas, “¿puedo decir algo?”  “Dilo, hablar no cambia nada.”

“Mi opinión es que nosotros deberíamos  concentrarnos en los aspectos culturales: antes de demandar seis semanas de vacaciones con sexo y amor libre, deberíamos mostrar a los ángeles que nosotros somos pecadores con metas espirituales. Yo propongo que editemos una revista.”

“¿Una publicación en el Gehenna?”

“Sí, y su nombre debe ser el  Gehennanik, el Semanario del  Gehenna. Cuando nosotros firmamos una petición los ángeles le echan una mirada y la tiran a la basura, o se limpian las narices con ella. Pero en cambio leerían una revista. Los justos del paraíso se mueren de aburrimiento, sufren altas dosis de secretos de la Torah, ellos quieren saber  qué está pasando en el Infierno. Tienen curiosidad sobre nuestra visión del mundo, nuestra forma de pensar, nuestras fantasías sexuales y, más que nada, les intriga el hecho de que seamos ateos. Una serie de artículos como ‘Los Ateos en el Gehenna’  tendría gran éxito en el Paraíso. Claro que también publicaríamos  varias columnas de chismes y mucha pornografía específica del Infierno, así los santos tendrían algo de diversión y otro motivo de queja.”

“¡Qué sarta de tonterías! Voy a dormirme, dijo Chaim Bontz, mientras bostezaba.

“¿Y quién haría la redacción del Semanario y cómo va a ayudarnos esto?” preguntó un pecador  de ronca voz.

“No tienen qué preocuparse por el redactor”, dijo el pecador de las gruesas gafas. “Aquí tenemos a muchos escritores,  yo mismo fui periodista y escritor allá en la Tierra. Fui condenado al Infierno porque se suponía que fuera un politólogo esclarecedor y lúcido, sobre todo honesto y   equilibrado,  pero cada lunes y martes cambiaba de opinión: cuando era rentable predicar sobre el comunismo me convertí en un ardiente comunista y del mismo modo también  apoyé al capitalismo cuando esto era lucrativo, en dinero o puestos que dan dinero. Empezaron  a juntarme acusaciones de uno y otro bando,  pero el hecho es que tenía muchos lectores y multitud de fanáticos seguidores me escribían cartas. Es cierto que yo cambiaba de  opiniones como cambiar de  guantes pero, ¿acaso mis lectores eran más consistentes? Aquí en el Infierno…”

Un pecador que parecía joven,  con una melena que le caía sobre los hombros, preguntó: “¿por qué publicar una revista? ¿Por qué no un Teatro Abierto? Tenemos escasez de papel aquí,  además hace tanto calor que una revista se quemaría. Los justos están medio ciegos y además no entienden nuestro lenguaje moderno ni cómo deletreamos ahora el Yiddish. Propongo que organicemos un grupo teatral.”

“¿Un teatro en el Infierno? ¿Quién va a actuar y quién va a ir a las funciones, cuando nos castigan noche y día?”

“Haríamos nuestras representaciones los Shabats y días festivos.”

“¿Existen siquiera argumentos sobre el Gehenna?”

“Yo tengo una idea para una obra, una aventura amorosa entre un pecador y una santa.”

“¿Qué clase  de aventura amorosa si los santos y los pecadores nunca se juntan?”

“Lo he pensado muy bien: mi héroe  yace en una cama de clavos transido de dolor, y como es cantante de ópera empieza a entonar  una aria. Ella, la santa, escucha su canción y se enamora locamente de su voz, entonces…”

“Los santos en el Paraíso  son todos sordos.”

“Pues ésta no es sorda.”

“Bueno y entonces ¿qué pasa?”

“Para poder reunirse con él, le pide permiso al ángel Eshiel de vestirse como una diablesa de las que dan latigazos en el Gehenna.  Así logran estar juntos, pero cuando el ángel Dumah se descuida, ella lo cubre de besos y pronto llegan al punto de no poder estar el uno sin el otro…”

“¡Es un melodrama de la peor clase:  previsible y muuuy cursi.”

“¿Y qué pensabas que se puede escenificar en el Gehenna?  ¿Algo más filosófico, elevado?, nuestros pecadores aman la acción: esta obra permitiría a nuestros actores cantar, bailar y podrían introducir una par de chistes picantes.”

“Asumiendo que funcionara, ¿cuál sería el beneficio?”

“El teatro es la mejor forma de propaganda, bien puede suceder que tanto los santos como los ángeles asistan a nuestras obras; aprovecharíamos el entreacto para explicarles nuestros puntos de vista, nuestra situación y nuestra filosofía.”

“Ni tu propuesta ni tu obra son realistas, ¿en dónde actuaríamos las obras? ¿Entre los montones de carbón ardiente?  Los santos nunca vendrían para acá, se la pasan todo el día estudiando los secretos de la Torah y rumiando el Leviathán. Por las noches tendrían miedo de dejar el Paraíso.”

“¿Y qué habrían de temer?”

“Un par de asesinos y violadores lograron escaparse del Gehenna, rondan por allí todas las noches, ya mataron a varios santos y querían secuestrar a Sarah bas Tovim.”

“Lo siento,  no sabía nada de esto.”

“Bueno, dijo el escritor, esto pasa porque no tenemos ninguna revista que nos informe  lo que ocurre, una publicación nos mantendría alertas y nos explicaría…”

“Todo lo que dicen son puras fantasías” exclamó de pronto un pecador que en la Tierra había sido político. “La cultura no va a resolver nuestro problema, tampoco el teatro, lo que realmente necesitamos es un partido político progresista construido en principios democráticos. No necesitamos plantear demandas imposible, camarada Yankel. Debemos satisfacernos con un mínimo de propuestas; he escuchado, de una fuente confiable, que existe un grupo liberal de ángeles que piden reformas en el Gehenna.”

“¿Qué clase de reformas?”

“Ellos quieren que nosotros tengamos una semana de cinco días, además de los sábados y días festivos  quieren que tengamos  vacaciones de una semana en el Mundo de las Ilusiones.  Algunos de nosotros podríamos pedir una reducción de dos milímetros en los picos de la cama de clavos; también he escuchado que hay algunos cambios en su actitud hacia la diversidad sexual y la masturbación. Podemos hacer mucho, pero necesitamos dinero.”

“¿Dinero? Gritaron a una voz todos los pecadores. “¡Sí, dinero, dinero sobre todas las cosas, dijo el Eclesiastés; si tenemos dinero podremos conseguir  todo sin revolución, sin peticiones, sin cultura. En el Gehenna, como en todas partes, todo tiene su precio. Todos ustedes son muy ingenuos.  Conozco el Gehenna de todo a todo, de arriba a abajo;  con dinero nosotros podríamos incluso…”

El político quería decirle a sus oyentes todo lo que podrían conseguir con dinero, pero en ese instante se acabó el Shabat: los fuegos se reanudaron, las camas de clavos refulgían por el calor, los diablos torturadores retomaron sus garrotes y se reiniciaron todos los castigos.

El político que acababa de hablar sobre el dinero le guiñó un ojo a uno de los diablos veteranos y ambos se fueron. ¿A dónde se fueron? Nadie lo sabe. Muy probablemente a hacer algún negocio nada Kosher en el Gehenna.

 

 

*Isaac Bashevis Singer 

Isaac Bashevis Singer,  novelista norteamericano de origen judeo-polaco, cuya obra, escrita principalmente en hebreo, es escasamente conocida, recibió el Premio Nobel de Literatura de 1978 adjudicado a su obra El Mago de Lublin.

Singer  fue  hijo y nieto de rabinos, publicó 18 novelas, numerosos ensayos, artículos y reseñas, 14 libros para niños y más de 200 cuentos en los que retrata con ternura y  agudeza las vicisitudes del alma humana.

Con la designación para el Instituto Nacional de las Artes y las Letras en 1964, Singer es el único miembro en escribir en un idioma que no es el inglés,  “el yiddish, dijo, es la lengua sabia y humilde de todos nosotros, el idioma de una humanidad asustada y esperanzada”.

 

 

 

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