“Las que se podían contagiar y morir”, el estigma del virus sobre las personas mayores

“Las que se podían contagiar y morir”, el estigma del virus sobre las personas mayores

 

  • El virus les quitó voz y salud sobre su vida
  • Entre las experiencias negativas de las personas mayores en la pandemia están la alteración del sueño, tristeza, temor a enfermar e incertidumbre
  • El COVID-19 se ha convertido para las personas adultas mayores en un elemento de exclusión social

 

Foto: T E

 

Laura ROMERO. – Durante la Cuarta Semana Nacional de las Ciencias Sociales, la Doctora en Ciencias de la Salud, Marissa Vivaldo Martínez, de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM, advirtió sobre el discurso de estigmatización del COVID-19 de que las personas adultas mayores eran las más vulnerables, “las que se podían contagiar y morir”.

 

“De pronto toda la atención se centró en esas características negativas”, dijo Vivaldo Martínez profesora en la Licenciatura en Desarrollo Comunitario para el Envejecimiento al coincidir con otras expertas sociales en que el COVID-19 se ha convertido, especialmente para las personas adultas mayores, en un elemento de exclusión social.

 

Esa exclusión también se puede ver a través de la falta de apoyo institucional, que queda en evidencia ante la propia crisis, afirmó Vivaldo Martínez. “Podemos ver el fallo estructural de los sistemas de cuidado a largo plazo, la falta de recursos económicos y educativos y la falta de empatía colectiva hacia las personas mayores”.

 

Asimismo, la especialista en gerontología señaló que la brecha digital se convirtió en un elemento de desigualdad para las personas adultas mayores al hablar con otras expertas en la mesa La Resiliencia como Eje para Enfrentar el Futuro desde las Personas Mayores. Factores Disposicionales y Situacionales para Superar el Covid-19 por las Personas Mayores.

 

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La resiliencia individual, mencionó, presenta dos caras: factores protectores y de riesgo, citó esta especialista sobre envejecimiento de la población. Entre los primeros, dijo, encontramos el optimismo, afecto positivo, autoestima, apoyo social, búsqueda de metas, altruismo o pensamiento positivo, y entre los segundos, la ansiedad, la depresión, el estrés y el trastorno de estrés postraumático.

 

En este momento, agregó, las personas envejecidas enfrentan muchos factores de riesgo, pero, al mismo tiempo, se pueden desarrollar factores protectores para que no sólo superen, sino que además salgan transformadas de esta pandemia.

 

María Montero y López Lena, académica de la Facultad de Psicología, explicó que, desde la ciencia, la resiliencia se asocia con la capacidad que tienen las personas para enfrentar factores de riesgo que representan un obstáculo para su desarrollo, pero que pueden trascender.

 

Cuando lo hacen, añadió, quedan con una capacidad mayor a la que tenían antes, para gestionar sus emociones y sus recursos sociales. “Es una forma de crecimiento”.

 

En la familia, apuntó Montero y López Lena, es importante promover la interacción afectiva e instrumental. “La familia constituye un escenario de protección, siempre y cuando sea funcional. Para promover esa funcionalidad se necesita identificar patrones de interacción constructiva que, entre otras características, incrementan la confianza entre los miembros de la propia familia”.

 

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Montero y López Lena destacó además, que algunas acciones concretas que pueden abonar a la generación de la habilidad resiliente de las personas mayores son: tener la certeza de que la pandemia pasará; conservar en lo posible las actividades cotidianas, como vestirse o arreglarse, guardando los horarios; hacer actividades que impliquen un desafío físico o mental; aspirar con profundidad para oxigenar el cerebro, y tener gratitud.

 

Ivonne Jagüey Camarena, del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV), consideró a su vez que la identidad y la autonomía son dos de los elementos psicosociales importantes para trabajar con las personas adultas mayores.

 

El cuidado de las personas adultas mayores respecto a que tenían mayor riesgo de contraer la Covid-19 ha sido contraproducente, dijo Jagüey Camarena, en el sentido de que “hemos vuelto atrás, se les ha quitado voz respecto a la toma de decisiones sobre su salud y su vida”.

 

Se puede ir en contra de esos símbolos que estereotipan a ese sector de la población como débiles, sin fuerza o que no pueden realizar ciertas actividades, añadió esta experta del SUIEV, quien recalcó la importancia de construir entornos donde cada persona se vuelve “agente terapéutico” del otro, donde cada quien comparte su resiliencia con el otro y entre todos se fortalecen.

 

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Finalmente, Graciela Casas Torres, de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS), refirió que las emociones positivas son relevantes en el proceso de resiliencia, y operan de manera especial en la vejez.

 

La experta mencionó la realización de un diagnóstico psicosocial con personas mayores en contexto de la Covid-19, elaborado en 2020, por medio del que se analizó la situación de ese sector para contribuir a la mejora en su atención.

 

Entre los resultados del estudio de la ENTS , efectuado con apoyo del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores(INAPAM) y realizado en redes sociales están, entre las experiencias negativas de las personas mayores en la pandemia,  la alteración del sueño, tristeza, temor a enfermar e incertidumbre.

 

Cuando el semáforo epidemiológico esté en verde, dijo, algunas personas mayores opinan que deberemos seguir tomando medidas para evitar la enfermedad y otros que se tomará conciencia del valor de la familia y los amigos, que habrá nuevas formas de relacionarse.

 

En general, parecería que esa población tiene gran capacidad de resiliencia; pero no se debe olvidar que hay diferentes vejeces y que se debe intervenir de diferentes maneras para cada una de ellas, concluyó Casas Torres.

 

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