Amparo Dávila, la escritora que cree en lo vivido

Amparo Dávila, la escritora que cree  en lo vivido

 

  • Cumplió noventa años
  • La autora del “Árboles petrificados” es considerada una de las mejores cuentistas mexicanas
  • Experimentaba el miedo, otro tema constante en su narrativa, mezclándose en ella los acontecimientos vividos y su inventiva
  • Ha vivido el quehacer literario como una parte de sí misma, como una necesidad ineludible de expresión, nunca como una fría y rutinaria profesión, sino como una larga y terca pasión

 

 

Tras leer Tiempo destrozado de Ámparo Dávila, Julio Cortázar, se impresionó la madurez y el rigor literario en temas y tratamientos de su primera obra. La escritora mexicana cumplió 90 años este 21 de febrero. Nació en Pinos, Zacatecas, el 21 febrero de 1928.

 

Esta escritora mexicana quien se negaba a integrarse a grupo y hacer carrera para ganar fama, renombre o dinero, se revaloriza y se convierte en una voz inolvidable e imprescindible de la narrativa latinoamericana, con sólo el poder de su propia voz literaria.

 

Es una de las pocas cuentistas mexicanas cuya literatura rebasa la realidad sin entregarse por completo a la fantasía, vivió su primera infancia en Pinos, Zacatecas; pasaba largas horas en la soledad del campo y experimentaba el miedo, otro tema constante en su narrativa, mezclándose en ella los acontecimientos vividos y su inventiva.

 

Es una escritora excepcional. Ella no cree en la literatura hecha con sólo imaginación o a base de inteligencia pura, sino en la literatura vivencial, la que comunica la clara sensación de lo conocido, de lo ya vivido, lo que hace que la obra perdure en la memoria y en el sentimiento.

 

La obra literaria de la autora quien llega a las nueve décadas de vida, plantea una realidad oculta a través de una mezcla entre lo real y lo fantástico construida sobre la locura, el amor y la muerte, temas que la han obsesionaron a lo largo de su vida.

 

 

Dávila es una de las mejores cuentistas mexicanas de la mitad del siglo XX. En un homenaje por sus 80 años expresó que ha vivido el quehacer literario como una parte de sí misma, como una necesidad ineludible de expresión, nunca como una fría y rutinaria profesión, sino como una larga y terca pasión, hacia la cual ha sido una amante inconstante, pero fiel.

 

Sus primeras obras literarias fueron los poemarios Salmos bajo la luna (1950), Perfil de soledades (1954) y Meditaciones a la orilla del sueño (1954). En el género de cuento destacan los títulos Tiempo destrozado (1959), Música concreta (1964), Muerte en el bosque (1985) y Árboles petrificados (1977), con el que obtuvo el Premio Xavier Villaurrutia.

 

Ámparo ha manifestado que nunca le ha interesado escribir una novela, sólo crear cuentos y poesía, los cuales exigen mucho rigor. “Disfruto por igual los dos géneros, que siempre brotan en mí por necesidad”.

 

Son varios los cuentos de la autora mexicana donde utiliza la ambigüedad y las historias paralelas de lo evidente y lo oculto. La paranoia y el miedo en el que viven sus personajes los llevan a participar en actos siniestros, ya sea como ejecutantes o como seres que padecen y aceptan lo ominoso como una forma de vida o un destino.

 

Estudiosos de su obra señalan que Dávila fue influenciada por el universo de Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Jorge Luis Borges, Juan José Arreola y Julio Cortázar. Creó una literatura poblada de mujeres enamoradas, viudas, esposas, solteronas, hijas, madres y hermanas, reuniendo en sus cuentos un conjunto de atmosferas sombrías donde lo siniestro acecha cada párrafo, y el realismo cotidiano transita a los límites de la locura.

 

 

“Una mujer vestida de blanco, con una vela encendida, muy pálida y sin ojos, buscaba algo a través de la larga noche, crujían las puertas y los muebles, pasaban sombras, bultos, se oían voces, suspiros, quejidos, y un hombre con una pierna de palo golpeaba sordamente al caminar, entre los aullidos del viento, la música de los fonógrafos y las carcajadas de las prostitutas en el callejón”, es un ejemplo de su creación.

 

Cuando su familia se fue a vivir a San Luis Potosí, otro estado del país, Amparo Dávila estudió la primaria, la secundaria y el bachillerato en colegios de monjas; ahí descubrió la palabra escrita y la lectura perturbadora. Posteriormente en la Ciudad de México se encontró con la narrativa, y entre los años 1956 y 1958 trabajó como secretaria de Alfonso Reyes, uno de los más prolíficos autores mexicanos.

 

En nota introductoria de un material de lectura editado por la UNAM, Luis Mario Schneider (1931-1999) escribió que el mundo de Amparo Dávila es siempre uno y lo maravilloso es que ese sólo mundo es polifacético y diverso.

 

“Su escritura nace siempre de lo cotidiano, de lo modesto, de los sin nombre, pero que poco a poco, sin nerviosismo, sin intranquilidades va recorriendo un lento camino hacia lo insólito; es una ruta al erizamiento. Una naturalidad que a veces sin darnos cuenta estamos habitando el sobresalto, la angustia, la desesperación, especialmente el terror.

 

“… Creo que los cuentos de Amparo Dávila no son sólo literatura, sino una profunda investigación en el campo de la ética, del comportamiento humano. Narraciones de detalles donde hasta el más ínfimo acontecimiento colabora para la realización total, apoyado en un lenguaje ceñido, preciso, elemental”.

 

Para Alberto Chimal, Amparo Dávila es una de las cuentistas más sutiles y extraordinarias, en cuyas historias nunca hay la ruptura violenta de una imagen para que otra más extraña o caprichosa se revele.

 

 

Tiempo destrozado se publicó en el Fondo de Cultura Económica en 1959, su reimpresión tardaría 44 años, lo mismo sucedió con Música concreta y Árboles petrificados, que tienen respectivamente 38 y 24 años de distancia entre la primera y segunda edición.

 

En 2009 se publicó en el FCE su obra completa en Cuentos reunidos (2009), incluyendo un nuevo libro de cuentos, Con los ojos abiertos, integrado por cuatro cuentos y una crónica: La casa nueva, El hotel Chelsea (Breve crónica de una larga noche), Estela Peña, Radio Imer Pous 94.5 y Con los ojos abiertos.

 

Dávila, quien recibió la beca del Centro Mexicano de Escritores en 1966, es una de las autoras más antologadas, varios de sus relatos aparecen en recopilaciones hechas en alemán, francés, inglés e italiano.

 

Emmanuel Carballo (1929-2014) incluyó algunos de sus cuentos en su compilación El cuento mexicano del siglo XX, mientras que el editor argentino-canadiense Alberto Manguel hizo lo propio en su antología de escritores latinoamericanos.

 

En vida, Emmanuel Carballo señaló que los cuentos de Amparo Dávila ofrecen una visión del mundo en la que la lógica cede sitio al absurdo, el orden al caos, el tiempo cronológico al tiempo subjetivo, donde la imaginación corre desbordada. “Son relatos vividos y creados con la honradez que les vale la originalidad. Reflejan realidades probables y profundas”.

 

El nombre de Amparo Dávila figura en la lista de personajes ilustres nacidos en Zacatecas, un estado del centro del país, entre quienes se encuentran los poetas Ramón López Velarde y Roberto Cabral del Hoyo; el escritor Mauricio Magdaleno, los pintores Francisco Goitia, Julio Ruelas, Manuel Felguérez y el músico y compositor Manuel M. Ponce

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