Cientos o miles de años tarda en formarse el suelo pero puede destruirse en sólo una generación humana
Cientos o miles de años tarda en formarse el suelo pero puede destruirse en sólo una generación humana
- Renovable a escala geológica, sobre ese sustrato de la corteza terrestre se desarrolla la vida vegetal y animal en todos los ecosistemas del planeta, explicó Elizabeth Solleiro, del IGL de la UNAM
- Amortigua los contaminantes y evita su llegada a los mantos acuíferos, siempre que no esté erosionado
El suelo es un soporte fundamental para la vida en el planeta. Es la capa más superficial de la corteza terrestre, tiene complejas y variadas mezclas de componentes orgánicos e inorgánicos y sobre él se desarrolla la vida vegetal y animal de los ecosistemas conocidos.
Aunque tarda cientos o miles de años en formarse –dependiendo de condiciones geoquímicas, climáticas y geográficas, entre otras— es un recurso frágil que puede destruirse en apenas una generación humana, destacó Elizabeth Solleiro Rebolledo, investigadora del Instituto de Geología (IGL) de la UNAM.
Recurso básico
Base de bosques, selvas y desiertos; fuente de materiales como la arcilla, la grava y la arena; de nutrimentos solubles como el nitrógeno, fósforo, calcio y magnesio, el suelo también es el hogar de lombrices, hongos, bacterias y residuos de plantas que se descomponen y generan un reciclaje único y fértil.
“Su formación puede ser rápida o lenta (siempre a escala geológica) y depende de varios factores. Por ejemplo, Ciudad Universitaria tiene rocas volcánicas de la erupción del Xitle, que ocurrió hace mil 600 años; están frescas, no tienen formación de suelo. Pero en Michoacán, donde el volcán Paricutín hizo erupción en 1943, ya hay suelo y vegetación, porque las cenizas volcánicas forman suelo a mayor velocidad que las rocas”, explicó Solleiro, coordinadora del posgrado en Ciencias de la Tierra.
En Chiapas, tras la erupción del Chichonal en 1982, ya inició la formación de suelo porque el clima es más agresivo y transformó más rápido la ceniza, aunque sólo se tiene un par de centímetros de acumulación de materia orgánica.
Es un proceso de larga duración, visto desde la escala humana y variable a escala geológica. La acumulación de materia orgánica es rápida (de decenas o centenas de años), pero la transformación de minerales tarda más tiempo, no se ve a escala humana, precisó.
Uso intensivo, deterioro acelerado
El suelo es un recurso natural renovable a muy largo plazo, así que debemos tratarlo como si no lo fuera. Pero el ser humano ha hecho un uso intensivo, ha modificado su vocación natural y acelerado su deterioro.
“Tarda mucho tiempo en formarse, mediante un conjunto de procesos complejos que dependen de muchas variables climáticas, de la composición geoquímica y mineralógica de las rocas, del relieve conformado por montañas, valles, lomeríos y planicies, pues cada geoforma genera suelos diferentes”, subrayó.
En México existen muchos tipos de suelo y es edafodiverso, término que incluye la riqueza de componentes biológicos y minerales en esas superficies. En contraste a los largos periodos de formación, el menoscabo que el ser humano provoca ocurre de un día a otro, reiteró la investigadora.
“Si estás en una selva con un suelo muy fértil para el ecosistema que sostiene, y siembras maíz (una planta que requiere muchos nutrimentos), aquél se afecta porque al deforestar para sembrar el sustrato pierde los elementos nutritivos que recibe de la vegetación natural. En consecuencia, se degrada en poco tiempo, disminuye rápidamente su fertilidad, de tal forma que las plantas cultivadas ya no tienen los nutrimentos necesarios para su subsistencia”, expuso.
Por esta decisión equivocada los cultivos no rinden, el suelo se desgasta después de dos o tres años de cultivo y los campesinos abandonan la zona. Además, “si viene una temporada de lluvia, el suelo que está sin vegetación comienza a erosionarse”.
Capta contaminantes
Al cambio de vocación y uso se suma la contaminación, como la ocurrida en el río Sonora, que derramó una solución acidulada rica en hierro y cobre al ecosistema aledaño.
Sin embargo, “el suelo tiene una gran capacidad de amortiguamiento que le permite captar y retener los contaminantes, lo que evita que se vayan a los mantos freáticos. Para realizar esta función necesita su estructura natural”, aclaró Solleiro.
La investigadora recordó un experimento para niños, en el que a diversos tipos de suelo se les echa una copa de vino tinto para obtener debajo del sustrato únicamente agua.
“Todos los componentes del vino quedan atrapados por esa capacidad de amortiguar, pero si se erosiona, esta capacidad se pierde, y la única alternativa es esperar que vuelva a desarrollarse, lo que no verá la generación humana actual”, concluyó.