Clases de risa
Clases de risa
“La risa es un tesoro con el que venimos al mundo, como el ombligo y los lóbulos de las orejas. Si nos alejamos mucho de ella nos morimos de frío y…”
Mario SATZ*
Tras muchos años dedicado al estudio de la risa, cuya base fonética es vocálica y abierta y sus beneficios innumerables, siempre me sorprende alguna que no conocía. Por ejemplo la de una veterinaria amiga que se ríe como un motor atascado, mejor dicho como un motor al que le fallara el arranque. Y eso que tiene una dentadura prodigiosa, grande y blanca. Recuerdo risas con i , con o y con e, pero la más común, en todo el mundo, es aquella en la que prima la a. De hecho los chinos llaman a la risa ha ha, noción sin duda onomatopéyica.
Hay risas contagiosas, no muchas es cierto, y risas que hielan la sangre; hay risas suaves como aleteos de mariposa y risas potentes como las que emitiría un gigante de cuento de hadas. En la Biblia el personaje relacionado con la risa es Ytzjak, más o menos traducible por ´´ella se rió´´, que es lo que hizo Sara su madre cuando el Creador le comentó que tendría un hijo a edad avanzada.
Que no era un mero chiste divino lo sabemos porque Itzjak vino al mundo. Pocas escenas de la más remota Antigüedad contienen y expresan a la risa, tal vez porque la tragedia es anterior a la comedia o quizás por los sabios del pasado no la consideraron tan cosmológica, tan responsable de la Creación y sus criaturas como a las lágrimas o las gotas de semen, la sangre o el soplo. He oído risas de una felicidad extrema y risas hipócritas, que son las que empiezan alto y se apagan súbitamente.
He escuchado niños cuyas explosiones de risa parecen angélicas y niñas que apenas si lograban que la risa les sonara algo. Con el paso de los años uno recuerda a veces las risas de las personas queridas que ya no están, o que están-como dicen muchos periodistas-desaparecidas. Uno de mis abuelos maternos adoraba reír y lo hacía con frecuencia, el otro casi no sonreía aunque le encantaba que quienes lo rodeaban sí lo hicieran. Cada uno de ellos había tenido y tenía bien llena su cuota de sufrimientos, eran relativamente pobres y amaban comer y beber, pero reír y reír con ganas sólo recuerdo, en la familia que me dio a luz, a mi abuelo materno y a mi padre, cuyas carcajadas hacían temblar los vasos de la cocina incluso dentro de su armario.
Cuando lo recuerdo riendo me inunda su propia felicidad, su alegría, el placer de vivir que le producían las cosas, los pequeños y grandes seres. Mi madre en cambio se reía poco, en eso no se parecía a su padre, y sin embargo tenía una sonrisa encantadora. De gran delicadeza.
Ficino escribió en el Renacimiento que cuando reímos nuestros ojos se iluminan como estrellas. Parece una verdad obvia de ésas en las que pocas veces reparamos.
La risa es algo que se da entre los sufíes de Irán, por ejemplo, pero no tiene muy buena prensa en el mundo árabe. Desde siempre el dogma la prohíbe y desprecia, mientras que ella, la risa, se burla de todos los dogmas. Hace años, las famosas caricaturas de Mahoma hasta causaron muertos y desórdenes sociales. En el sur de los Estados Unidos algunas sectas protestantes reparten estampas de Jesús riendo a carcajadas, por lo que sus fieles no dudan en imitarlo cuando se sienten llenos del Espíritu Santo. De todos modos nunca sabremos si Galileo rió o no, mientras que de Sara estamos seguros de que lo hizo.
La risa es un tesoro con el que venimos al mundo, como el ombligo y los lóbulos de las orejas. Si nos alejamos mucho de ella nos morimos de frío, y si le hacemos un lugar demasiado ancho en nuestro pecho podemos morir de risa como el músico Charlie Parker. Un fin que valora aún más su biografía y vuelve inmortales las melodías que salieron de su boca.
*Mario Satz es un poeta, novelista, ensayista y traductor, además ha desarrollado una intensa labor como conferenciante y director de seminarios, entre sus poemarios están “Los cuatro elementos” (1964) “Quintaesencia” (1974) “Enseñanzas de una Lágrima” (2001).