Comprender el envejecimiento
Comprender el envejecimiento
- “La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no sólo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto” Organización Mundial de la Salud, OMS
- Hay que comprender el envejecimiento y, para ello, hay que investigarlo, leerlo y hablarlo
Alejandra BERESOVSKY
“No digas pavadas”. ¿Cuántas veces, con las mejores intenciones, hemos interrumpido así a alguien que se proponía hablar de su futuro cercano o lejano como adulto mayor? Con ese “no digas pavadas” queremos alentarlo con mensajes que creemos más agradables: “¿Vos, adulto mayor?”, “¡Pero si vos sos joven!”.
Tememos hablar del tema, nos duele, lo postergamos o, peor, lo dejamos para cuando alguna situación asociada lo convierte en problema.
La edad avanzada es un factor de riesgo para algunas enfermedades –no el único, ni necesariamente el más determinante–, pero es sobre todo un atributo que acompaña algunos cambios. Modificaciones que hay que anticipar para planificar su adecuado tratamiento y, en caso de ser necesario, asignar o prever la búsqueda de recursos (económicos, sociales, materiales, afectivos) para transitarlos.
Ese “no digas pavadas” es sinónimo de exclusión. Excluir temas, pero también personas. Y, por el contrario, una actitud inclusiva es también la de no esquivar tópicos que nos resulten perturbadores.
Por lo tanto, un primer criterio que lleva a abordar el envejecimiento es la necesidad de hablar de eso: promoverlo no sólo para el debate de expertos, sino también en el seno familiar, para diseñar proyectos de vida que lo contemplen. El costo de no hacerlo es elevado, en términos económicos, afectivos y de salud.
“La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, no sólo para las personas mayores y sus familias, sino también para las sociedades en su conjunto”, afirmaron, a través de un pronunciamiento, especialistas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el año pasado. La explicación es que esa prolongación de la vida permite “emprender nuevas actividades, como continuar los estudios, iniciar una nueva profesión o retomar antiguas aficiones”. Asimismo, sugiere que los adultos mayores aumentan su contribución a la familia y a la comunidad, pero todo ello ocurre cuando la calidad de vida, incluyendo la salud, es buena. Cuando esto último no sucede, es el adulto mayor el que puede requerir asistencia, algo que, si no está preparado, puede alterar a su entorno.
Si el adulto mayor está en condiciones de fragilidad y ha perdido su autonomía, sus familiares más cercanos pueden convertirse en cuidadores, una tarea para la que hay que estar preparados, porque demanda recursos físicos y emocionales que hay que procurar, porque no todos contamos con ellos naturalmente.
Sensibilizar, alertar a tiempo sobre esta situación, es una de las estrategias para evitar el maltrato, que algunas veces es el resultado de un esfuerzo extremo para atender las necesidades de personas que conocimos plenas y que ahora pueden requerir acompañamiento las 24 horas del día.
Hay que comprender el envejecimiento y, para ello, hay que investigarlo, leerlo y hablarlo.
Estamos en eso.
Alejandra BERESOVSKY es Editora Adjunta del Suplemento Salud de La Voz del Interior, en Navarra, España