No está perdida la batalla contra los virus, dice un premio Nobel
No está perdida la batalla contra los virus, dice un premio Nobel
- Del virus del Zika todavía se sabe muy poco, afirmó Rolf Martin Zinkernagel, ganador del Premio Nobel en Fisiología o Medicina 1996
- El descubridor de la forma en que el sistema inmunológico distingue las células infectadas de las sanas se unió a los festejos por el centenario de la Facultad de Química
La humanidad no está perdiendo la batalla contra los virus, afirmó Rolf Martin Zinkernagel, ganador del Premio Nobel en Fisiología o Medicina 1996, en un acto para celebrar el centenario de la Facultad de Química (FQ) de la UNAM. En realidad, agregó, se trata de un juego de números, pues esos microorganismos nunca matan a toda la población; siempre hay una parte resistente y otra más susceptible, pero nunca es al ciento por ciento.
Sin embargo, Zinkernagel, en torno a la enfermedad por el virus del Zika reconoció que todavía se sabe muy poco. Se ha visto que afecta algunas células del cerebro, “pero aprenderemos con el tiempo cómo controlar el padecimiento”.
El Premio Nobel ofreció una la conferencia magistral Understanding Immunity. El descubridor de la forma en que el sistema inmunológico distingue las células infectadas de las sanas (hallazgo por el cual recibió el prestigiado galardón), se unió a los festejos por el centenario de esta Facultad de nuestra universidad nacional.
Respecto al sida, expuso que lo más importante que se ha hecho es el desarrollo de antivirales y fomentar la prevención. En específico, sus estudios han contribuido a entender los mecanismos de la respuesta inmune para la defensa contra el virus.
Entrevistado sobre los retos de la inmunología, dijo que el mismo planteamiento se hizo en la década de 1970. De repente, junto con el investigador australiano Peter C. Doherty, descubrió la especificidad: identificaron cómo es que las células T reconocen a las células infectadas, y esto abrió la posibilidad de la sorpresa, “a la cual siempre estamos expuestos en la ciencia”.
Cuando se diseña un experimento y se tiene una idea de lo que se obtendrá, y ése es el resultado, es aburrido. Pero la sorpresa de encontrar algo que no se esperaba es lo que hace las cosas muy interesantes, opinó.
El investigador –ya retirado, y uno de cuyos últimos trabajos consistió en mostrar si la protección en vacunación dependía más de inmunizar varias veces, o pocas a través de unidades organizadas y repetitivas– consideró que para ser galardonado con el Premio Nobel se necesita, en primer lugar, trabajo duro; en segundo, trabajo aún más duro, y en tercero, un poco de suerte.
Se requiere mirar a la naturaleza, hacer experimentos y volver a observar, además de una inteligencia razonable, dinero para realizar las investigaciones y un ambiente adecuado de trabajo. En su caso, la familia también fue muy importante.
Zinkernagel comentó que aunque no la conoce a profundidad, la UNAM es reconocida a escala internacional en muchas áreas. “Por su prestigio, seguramente tiene muchos aspectos importantes”. Además, exhortó a los estudiantes a que “trabajen duro, trabajen duro, y no crean en dogmas”.
Al presentar al científico, el director de la FQ, Jorge Vázquez Ramos, dijo que este año se cumple el primer centenario de la entidad, y “hay que celebrarlo como se merece, con las mejores visitas y vidas académicas que se puedan lograr”, y con la participación de la comunidad y, en especial, de los estudiantes.
Recordó que Zinkernagel (Basilea, Suiza, 1944) estudió medicina en la universidad de su ciudad natal. Al concluir la carrera tomó un curso de medicina tropical en la misma institución y otro de medicina experimental en la Universidad de Zúrich. Trabajó en hospitales, laboratorios e institutos de diferentes casas de estudio de su país.
En 1973 comenzó en Australia –en la Escuela de Investigación Médica John Curtin, de Canberra– los primeros trabajos de su especialización, junto con Peter C. Doherty. Esta labor se refiere a la capacidad de defensa del sistema inmunitario.
Tres años después se trasladó a Estados Unidos, donde se desempeñó como asistente y después como profesor en el Departamento de Inmunopatología del Instituto de Investigaciones de la Clínica Scripps, en La Jolla, California.
En 1979 regresó a Suiza, donde se incorporó como profesor asociado al Departamento de Patología del Hospital Universitario de Zúrich, donde cuatro años más tarde fue nombrado director del Departamento de Inmunología Experimental.