Valadés: el dedo en la llaga de los problemas sociales

Valadés: el dedo en la llaga de los problemas sociales

  • A cien años de su natalicio Edmundo Valadés  recibió homenaje del INBA

  • Maestro del cuento, lo impulsó como género literario

  • Narrador, ensayista,  periodista y  promotor cultural fundó numerosas publicaciones

edmundo valades

José  Emilio Pacheco señaló en su momento que “el autor de La muerte tiene permiso tendió puentes entre generaciones, revaloró el pasado y estimuló a  los que empezaban a escribir”  rememoró Luis Bernardo Pérez moderador del homenaje que el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) rindió,  a cien años de su nacimiento, al narrador, ensayista y periodista Edmundo Valadés, autor del libro de cuentos La muerte tiene permiso (1955) y fundador de la revista El Cuento.

En el evento conmemorativo  a “Una de las figuras más entrañables de la literatura mexicana, de las pocas que son recordadas con enorme afecto y que dejaron profunda huella en la formación de nuevos narradores” según Pérez, participaron también Beatriz Espejo, Guillermo Samperio y Juan Ascencio.  Samperio y Ascencio compartieron con el público asistente  andanzas  y anécdotas vividas con el escritor, resaltando su sentido de humor y   la generosidad como su mejores cualidades.

Beatriz Espejo hizo una semblanza de Valadés:  fue un gran narrador, promotor cultural  y crítico literario. “Como autor solía poner el dedo en la llaga de los problemas sociales y lograr atmósferas impactantes. En 1948 dio a conocer su propia producción, y en el Fondo de Cultura Económica publicó La muerte tiene permiso, volumen integrado por varios cuentos, entre ellos el que le da título y que se convirtió en un texto clásico de la literatura mexicana.

Edmundo Valadés (Guaymas, Sonora, 1915 – Ciudad de México, 1994) perteneció a la generación de escritores de medio siglo, al igual que Inés Arredondo, José de la Colina, Emmanuel Carballo, Carlos Fuentes, Jorge Ibargüengoitia, Salvador Elizondo y Sergio Pitol. Dentro de su obra, en la que predomina el cuento y el ensayo, sobresalen los títulos La muerte tiene permiso, Las raíces irritadas (1957), Las dualidades funestas (1966), Adriana (1957), Sólo los sueños y los deseos son inmortales, palomita (1980), Por los caminos de Proust (1974) y La Revolución y las letras (1960).

La investigadora y profesora universitaria destacó que Valadés  fue un “autor con voz propia,  que escribía de aquello que le afectaba grandemente;  reflexivo, melancólico, acusador, nostálgico; de vez en cuando lírico. El retrato de carne y hueso del ser humano aparece en cada uno de sus textos, a menudo escritos de forma muy ortodoxa, siguiendo los requerimientos básicos, y sus finales son generalmente punzantes como un chispazo y abiertos para que los lectores terminen de decir aquello que no se dijo”.

La investigadora, poeta y profesora universitaria Beatriz Espejo
La investigadora, poeta y profesora universitaria Beatriz Espejo

Muy riguroso, siguió diciendo, dejaba pasar años para presentar un nuevo título, mientras realizaba antologías, escribía crítica generosa y prólogos. Por su labor, recibió premios y reconocimientos”. Valadés, puntualizó,  abordó temas, en muchos casos autobiográficos,  con valentía y realismo. “Quizá su máxima expresión sea precisamente La muerte tiene permiso, donde muestra a un grupo de campesinos, una clase social explotada durante décadas por las autoridades, quienes en una audiencia piden autorización para tomar el castigo entre sus manos.

“Se trata, pues, de un cuento como los mejores del mundo, de escasas siete cuartillas y media, que tiene muchas cosas todavía vigentes, aunque hayan pasado más de 60 años desde que se escribió”, y añadió: fue un artista muy decoroso, muy decente. También fue un gran periodista e hizo crítica sin saña. Vale la pena estar al tanto de su obra”, resaltó la poeta.

Entre 1939 y 1964, comentó Beatriz Espejo, estuvo al frente de la revista El Cuento, publicación en la que difundió principalmente obras ajenas, tanto de autores conocidos como de desconocidos en el México de aquellos años;  en sus páginas incluyó textos de Jorge Luis Borges, Guy de Maupassant, Antón Chéjov, Julio Cortázar y Juan Rulfo

 “Valadés, dijo finalmente,   se abrió camino en el cúmulo de escritores existentes por su labor constante en los periódicos; debió su fama a esa gran pasión que siempre sintió por la miniprosa, y a la que prohijó en su revista El Cuento; en su obra, lo importante está en lo apretado de las frases, en la malicia que encierran y en el remate deslumbrante que traspasa el alma como un aguijón y nos deja pensando… pensando…”.

En entrevista para la Coordinación Nacional de Literatura del INBA el escritor Agustín Monsreal afirmó que Edmundo Valadés, siguió la tradición en México iniciada  por Julio Torri como minificcionista y cultivador de este género, y con ello incitó la apertura para que el cuento fuera reconocido como género literario en forma. Esta divulgación que hizo por medio de El Cuento fue importantísima porque cada vez más se da a conocer esta revista, la gran impulsora del relato breve”.

El escritor Agustín Monsreal
El escritor Agustín Monsreal

Destacó que más allá de su propia producción narrativa, El Cuento fue la principal obra de Edmundo Valadés, por lo menos así lo consideran varios escritores contemporáneos, como Margo Glantz, Ignacio Solares o Juan Villoro, quienes reconocen su labor en la dignificación del microrrelato, pues por lo general los editores prefieren publicar novelas y no toman en serio a los cuentistas.

“El Cuento tuvo mucho qué ver con que el género haya cobrado fuerza. Como muestra cabe resaltar la propia obra de Valadés. Esto le ha dado una riqueza al panorama literario nacional en términos generales, pues está vivo y en constante evolución. No comulgo con las opiniones que dicen que es algo menor. Es un género con todas las de la ley y en México se cultiva con gran habilidad, inteligencia y sensibilidad”, aseguró Monsreal.

Edmundo Valadés escribió relatos sin ficción. De esta forma, ensayos, reportajes y columnas de opinión de su autoría fueron incluidos en múltiples publicaciones de circulación nacional, como Hoy, El Nacional, Novedades o Excélsior, donde fue director de la sección cultural. En 1981 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo, y por El Cuento fue reconocido con el Premio Rosario Castellanos en 1982.

El cuentista sonorense formó a muchos de los escritores mexicanos de narrativa breve. Coordinó diversos talleres de creación literaria y editó las antologías de minificción El libro de la imaginación (1970), Los grandes cuentos del siglo XX(1979), Los cuentos de El Cuento (1981), 23 cuentos de la Revolución Mexicana(1985) y Cuentos mexicanos inolvidables (1994).

Finalmente el escritor anunció que se acaba de subir a Internet la obra completa de la revista El Cuento. “Todos los números que se hicieron están en la biblioteca digital y se pueden consultar en www.elcuentorevistadelaimaginacion.org. Es una aportación fundamental para el género cuentístico, y el homenaje es más que merecido, porque tanto su obra personal como la de divulgación dejaron huella”, concluyó el también cuentista Agustín Monsreal.

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