La sociedad y el sistema han impuesto el discurso de que el anciano es desechable

La sociedad y el sistema han impuesto el discurso de que el anciano es desechable

 

  • La crisis de identidad provoca un sinsentido en la vida de la Persona Adulta Mayor 
  • Desarrolla sentimientos de soledad, tristeza y melancolía
  • Aunque se piensa el envejecimiento como una etapa abstracta, a la que nadie llegará, se envejece de acuerdo a como se ha vivido

 

La sociedad y el sistema han adoptado un discurso donde la persona adulta mayor es desechable, advirtió Angelina Guerrero, académica de la Facultad de Psicología (FP) de la

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Angelina Guerrero Luna

Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM , al hacer un crudo diagnóstico de las vulnerables condiciones de  vida de la gran mayoría de los  15 millones de habitantes del país  de sesenta años y más.

 

Para una persona que cumple 60 años, agregó la especialista universitaria, periodo que se ha designado como la Tercera Edad, no hay empleos; no tienen el rol que antes desempeñaban en la familia, el cuerpo se transforma, la fuerza va minando y el lugar que ocupaba en la sociedad a través del estatus o profesión se acaba,  ya no lo tiene.

 

La sociedad y el sistema, agregó,  han adoptado un discurso donde el anciano es desechable y en el que el envejecimiento es una etapa abstracta, a la que nadie llegará, subrayó Guerrero.

 

La crisis de identidad en el adulto mayor trastoca su historia de vida y desarrolla sentimientos de soledad, tristeza y melancolía, además de crear un sinsentido en su vida, agregó Angelina Guerrero Luna, académica de esa facultad.

 

“Sucesos como la ausencia de los hijos, llegar a ser abuelos o la jubilación determinan que el adulto mayor se cuestione quién es”, dijo la especialista de la Facultad de Psicología. Aunque, dijo,  son situaciones propias de la vida, del ser y estar de cualquier sujeto, hay individuos que niegan esta realidad ante la fantasía y exaltación de la juventud e idealizan el pasado.

 

“Aunado a ello están los cambios corporales, como sufrir calambres, insomnio, dolor y merma física. Para quienes han negado su realidad, ven con angustia, impotencia e idealización ese proceso y generan un derrumbe narcisista”.

 

Es en este momento, explicó Guerrero, en que deviene una crisis de identidad, entendida como el conjunto de características de personalidad de un sujeto con habilidades propias o adquiridas, procesadas y transformadas en: esto soy, aquí estoy, esto quiero… “es algo que se construye con toda la sociedad; no es un vestido que se puede poner, es algo que se modifica, crece y se reestructura al paso de los años”.

 

La académica de la UNAM señaló que los factores que determinan la construcción de la identidad en el adulto mayor son: la memoria que permite dar cuenta de la experiencia y el recuerdo, el orgullo, la dignidad, la valorización que pone en lo que ha realizado y una autoevaluación constante, pues los humanos son perfectibles.

 

La autoestima y reminiscencia son básicas en la formación del orgullo y la utilización de la memoria, agregó. “Generalmente ocultamos nuestros recuerdos, sueños y esperanzas. Olvidamos los logros ante la premura de la vida cotidiana. El sistema te condiciona para ocultar los recuerdos, y pareciera que con el discurso hacia las personas mayores se borraran 45 años de vida”, subrayó.

 

Sin embargo, dijo Guerrero, se puede afirmar que se envejece de acuerdo a como se ha vivido. El autoconcepto siempre está presente y “un adulto mayor no es un ‘fui’, es un ‘soy distinto’, pero es capaz de reeditar y reconfigurar lo que es”.

 

En su diagnóstico la especialista de nuestra máxima casa de estudios puntualizó que una de las primeras situaciones que debe entender el adulto mayor es la presencia de una serie de cambios fisiológicos, lo que le permitirá reconstruirse en función de lo que se tiene y discriminar entre el pasado y el presente a través de la reelaboración de significados creados en su historia de vida.

 

Este ejercicio le brinda, dijo,  la posibilidad de reconocer y conservar lo que ya no está y lo que tiene, lo que generará sueños y proyectos; le da desarrollo y fortalecimiento psíquico, que originan una mayor comprensión sobre sí mismo y fortalece sus habilidades y capacidades, con lo que se forja autonomía sobre la toma de decisiones y puntos clave en la vida.

 

“Debemos darles reconocimiento y buen trato, trabajar con ellos de una manera proactiva, productiva y creativa; en ese contexto, la familia tendrá que asumir una carga inesperada y aprender a generar un entorno físico, social y emocional favorable”, concluyó la experta de la Facultad de Psicología de la UNAM.

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