El día que Superman murió

El día que Superman murió

 

  • Las personas propietarias de sus mascotas deben estar preparados para enfrentar la vejez y fallecimiento de sus perrijas y perrijos

 

Foto: T E

 

Superman murió una madrugada del verano de 2018. Le decían Superman porque había sobrevivido a la situación de calle en que fue encontrado. Sus últimos años, acompañado de una familia que lo adoptó había vivido bien, amado; se le acogió con cariño después de una larga etapa de abandono, alimentarse de sobras en la basura y dormir bajo los vehículos automotores. Había perdido sus colmillos lo que le dificultaba masticar. Su madre adoptiva le molía el alimento para que lo pudiera digerir.

 

Ylenia Márquez, académica de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) consideró que las personas propietarias de perros deben prepararse para la última etapa de la vida de sus mascotas, de su vejez y fallecimientos.

 

Nunca se supo la edad de Superman. Fue adoptado la mañana de un domingo de 2016 en la plaza de la Conchita, a tres cuadras de la plaza del Centro Histórico de Coyoacán; lo habían rescatado unas buenas mujeres de un estacionamiento donde se refugiaba. Superman era un perrito que le caracterizaba unas manchas negras en sus orejas y en su cola. Difícil saber su raza, estaba tan flaco que apenas podía levantarse cuando lo rescataron esas dos buenas mujeres que mantienen en su casa un refugio para perros en situación de calle.

 

Esa mañana de un domingo en Coyoacán, Superman fue adoptado por una buena madre. Bajo una de las bancas de cemento de la plaza de la Conchita desconfiaba. Sus madres temporales decían que Superman era una buena compañía para ver la televisión.

 

A Superman le costó trabajo vivir bajo un techo seguro, cada vez que salía a la calle intentaba huir y cuando lo hacía, regresaba. La calle le había marcado una vida incierta. Cuando sus piernas empezaron a flaquear, su familia adoptiva pensó que le faltaba calcio y vitaminas. Un veterinario le recetó medicamentos para el dolor y alguna otra fórmula para que Superman viviera sin dolores.

 

Uno de los síntomas de su enfermedad es que tomaba mucha agua, su familia desconocía que era uno de los síntomas de diabetes. Cuando en sus últimos días Superman ya no podía levantarse, su familia lo llevó al veterinario de la colonia, se le hicieron exámenes de sangre y de orina, el diagnóstico fue fatal, fueron horas de espera hasta que falleció este pequeño ser que formó parte de esa familia como perrijo, amado hasta sus últimos minutos de vida.

 

Los restos de Superman fueron incinerados y aún su familia cree verlo por el parque de una colonia del sur de la Ciudad de México, corriendo de un lado a otro, disfrutando de los jardines, con ese don de protección y de ser amado por su familia hasta sus últimos suspiros.

 

Quien piensa adquirir uno debe considerar que en algún momento presentará enfermedades crónicas y requerirá tratamientos continuos y controles médicos. Por eso, antes de comprometernos con el cuidado de un cachorro, hay que preguntarnos si estamos dispuestos a encarar esos años que anteceden a la muerte, afirmó Ylenia Márquez.

 

Para esta universitaria mucha gente se compromete con el cuidado de los animales, pero sólo mientras son pequeños, tiernos y adorables, y no piensan en el futuro. “Desde que adquieren un cachorro deben estar conscientes de que va a envejecer, enfermar y morir, igual que ocurre a los humanos, y que en esos instantes necesitará la compañía de sus dueños”.

 

Foto: T E

 

La integrante de la Clínica de Pequeñas Especies de la entidad universitaria explicó que se habla de un perro geriátrico cuando cumple dos condiciones: que sea viejo y que curse con patologías asociadas con un proceso degenerativo, es decir, con el paso del tiempo.

 

Entre los padecimientos más comunes en esa etapa están las enfermedades de articulaciones o de locomoción, que pueden ser de origen ortopédico o neurológico; alteraciones de origen endócrino, como diabetes; fallas en la visión y audición; cardiopatías y enfermedades renales.

 

El envejecimiento en un perro varía de acuerdo con su talla y raza. Las tallas pequeñas, como el Poodle, son más longevas que las grandes, como el Gran Danés, San Bernardo o Pastor Alemán. Las primeras pueden ser de edad avanzada a partir de los 10 años, y las segundas, a los seis, aproximadamente.

 

El proceso degenerativo de riñones, hígado y otros órganos también se asocia al estilo de vida o las enfermedades que haya padecido el perro de joven. Por ejemplo, una fractura puede provocar un proceso de envejecimiento prematuro en las articulaciones.

 

Así como un humano que se cuida tiene menos riesgos de presentar enfermedades a edad avanzada, si las mascotas reciben cuidados desde que son cachorros y se les trata cualquier enfermedad en evolución temprana, pueden evitar secuelas en la vejez, subrayó Ylenia Márquez en una entrevista.

 

Por eso, aclaró, es necesario “planear” la vejez de los perros con una buena dieta, un calendario de vacunación y atención de medicina preventiva, para que lleguen a esa etapa lo más sanos posible.

 

Cuando en casa hay un perro viejo y con alteraciones por el proceso degenerativo, se requiere una vigilancia estrecha del médico veterinario, quien debe planear las revisiones y pruebas de laboratorio necesarias.

 

La experta alertó sobre el peligro de medicarlos sin asesoría de un profesional. “Es común que cuando comienzan a cojear les den medicamento, pero puede ser riesgoso en cualquier animal, más en uno viejito, que podría tener deficiencias en la funcionalidad de órganos que metabolicen y eliminen fármacos”.

 

En el área de urgencias de la Clínica de Pequeñas Especies de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, más del 64 por ciento de los pacientes que llegan por alguna patología ya habían recibido antiinflamatorios no esteroideos, y en algunos casos eso puede tener consecuencias letales, advirtió.

 

Las recomendaciones para dueños de perros geriátricos son: proporcionarles un ambiente que les favorezca y cuidados de acuerdo con sus necesidades. Por ejemplo, si ya no ven bien, procurar alejarlos de lugres de riesgo como barandales, escaleras o azoteas, o si tienen problemas articulares, evitar que suban escaleras o pasen frío en la intemperie.

 

A menos que tenga alguna enfermedad, no se recomiendan suplementos alimenticios; eso debe ser determinado únicamente por el médico veterinario.

 

La obesidad en perros tiene correlación con la obesidad humana, sobre todo la infantil, y esta asociación se debe a malos hábitos de los dueños, como la ingesta de comida “chatarra” y una vida sedentaria, que se reflejan en el animal. Esta situación empeora la calidad de vida en la vejez.

 

Cuando la condición del perro empeora, muchos dueños acuden a la eutanasia para evitar su sufrimiento. “Desde el punto de vista médico, nuestra obligación es ofrecer todas las opciones terapéuticas para mejorar su calidad de vida, y si la enfermedad no es curable debemos ser claros. La decisión de ‘dormirlos’ siempre debe ser de los familiares”.

 

En este tema delicado intervienen muchos aspectos, como experiencias personales, creencias religiosas o individuales, condiciones de familia, esta especialista recomienda a los trabajadores de la salud veterinaria “mantener a los pacientes lo mejor posible y dar espacio a los dueños para que tomen una decisión”.

 

Foto: T E

 

Lo que es inaceptable para un médico veterinario es que el propietario llegue a la clínica a pedir la eutanasia para un animal al que no quiere, o porque no tiene tiempo o dinero para hacerse cargo de él.

 

El lazo emocional que se crea entre un perro y su familia puede romperse por el abandono. Cuando se comienzan a enfermar, muchos tienden a olvidarlos y no se comprometen.

 

“Para ellos, los humanos somos su mundo, así que lo más importante es tener un sentimiento de agradecimiento hacia esos seres vivos que nos han conferido confianza, cariño y tiempo”.

 

Cuando el propietario pide la muerte de su mascota por ese tipo de causas, falta el respeto a ese cariño. “Para los perros, una vez que confieren fidelidad a su humano construyen un lazo que no se rompe jamás. Deberíamos respetar eso siempre”.

 

En la actualidad, parecería que pretendemos ser jóvenes siempre, pero es un gran error, porque eso nos impide disfrutar de las siguientes etapas de la vida. En el caso de los perros, durante la vejez adquieren una inteligencia y sutilezas impresionantes: los familiares dicen que “adivinan”, que saben qué va a hacer su dueño, y ello se debe a que conoce a la perfección su comportamiento.

 

Por ello, finalizó Ylenia Márquez, hay que aceptar que todos vamos a pasar por el envejecimiento, y debemos planear la última etapa de la vida y disfrutarla como una más.

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