El voceador, alguien entrañable de la esquina de mi barrio

El voceador, alguien entrañable de la esquina de mi barrio*

 

  • Armando Ramírez era una rara avis en el periodismo urbano, recuperaba el habla popular y lo transmitía con fidelidad a través de sus crónicas escritas y habladas
  • Armando Ramírez nació el 7 de abril de hace 67 años
  • Su madre era una sencilla ama de casa y su padre un boxeador en el barrio de Tepito
Foto: T E

 

Armando Ramírez.-El antecedente que tengo del voceador es un señor que vivía en la vecindad donde yo vivía porque tenía bicicleta y siempre traía su uniforme azul marino. El señor era muy aficionado a los toros. Todos los domingos se iba muy temprano en su bicicleta y repartía El Redondel. Después de la tarde de toros regresaba medio flameado con los periódicos que no había vendido. Era increíble porque guardaba el equilibrio de la bicicleta, amarraba su bulto de periódicos y comenzaba a platicar de cómo habían estado los toros en la plaza México. Después uno leía ese tipo de crónicas en el Esto, el Ovaciones, en ese tipo de periódicos y asocié a esta especie de cronista, voceador y periodista. Ya después sus hijos fueron amigos míos. Ellos me jalaban a ir a Bucareli a las tres o cuatro de la mañana porque me presumían de unos tamales y atole que vendían ahí. Yo nunca pensé que los voceadores tenían que pararse tan temprano para ir a recoger el periódico. Antiguamente, en la madrugada, Bucareli era un hervidero de vida cotidiana impresionante. Esa es mi primera imagen que tengo de un voceador, para mí un personaje entrañable que encerraba lo que deveras es la comunicación de un medio impreso.

 

Este tipo de personajes de voceadores son muy del siglo XX, de la última mitad de los cincuenta hacia acá como personaje urbano, porque era increíble cómo en cualquier colonia, ahora ya no, había un puesto de periódicos y junto, un puesto de jugos de naranja que vendían las famosas pollas con huevo. Cuando iba a la secundaria siempre estaba en la esquina donde estaba el puesto de periódicos, un puesto de jugos. Y me acuerdo mucho de una frase que decía Marshall McLuhan: el comunicador, el periodista, no debería de perder su capacidad de asombro.

 

Al caminar por las calles y ver que los comercios estaban allí, entonces yo decía: es que sigue el vendedor de periódicos y sigue el vendedor de los jugos. Y ahora me paro en una esquina y a veces no está o el de los periódicos y ya se está extinguiendo el de los jugos y eso me va dando el termómetro de cómo va cambiando la vida cotidiana en la ciudad de México. Entonces, el voceador se volvió alguien entrañable de la esquina de mi barrio, de mi vecino, y luego, cuando uno crece, el voceador de la tarde, en los cruces de las avenidas, cuando voceaba los periódicos vespertinos con la noticia más importante del momento.

 

Siempre se me ha quedado la imagen del voceador que narra algo importante como la muerte del Papa Juan XXIII o el resultado de un partido de futbol donde la cabeza decía “Ganó” y nosotros ya sabíamos a que se refería. Y el voceador iba contando cómo fue el partido. Este tipo de personajes se está perdiendo, el voceador que voceaba en los altos de las esquinas las noticias del día. Ahora parece que los noticiarios de la radio están sustituyendo ese vocear las noticias.

 

Antes había gente que tenía estilo para eso, tenía un modo de saber vender la nota. Muchos periodistas debieron haber aprendido cómo cabecear las noticias porque para el voceador era una necesidad vender más periódicos, era ganar más dinero. Buscaba el modo de hacer más atractiva la edición de un periódico. Este tipo de personajes que daban riqueza a un estilo de vida de ciudad ha ido desapareciendo lentamente que me vuelve nostálgico y entrañable al voceador.

 

Foto: T E

 

Para mí es un personaje que en la medida que México se va metiendo en la globalización se va perdiendo. Pero de esos estertores del voceador todavía quedan o en las colonias de la periferia o en lugares populares cuando les atañe la nota. No falta un vivo o un listo que pone sus altoparlantes y va anunciando: “Aquí en el crucero de la esquina de tal y tal era de aquí el asesino o el muertito”. Como en Polanco cuando robaron un Samborns en Masarik y andaban anunciando la nota y lo más impactante era que la gente compraba los periódicos. Esa es la eficacia de saber contar. No es la comercialización de la tele, sino que es un oficio que a final de cuentas es periodismo para que se lea y el periodista está para contar lo que van a leer sus lectores. Hay ejemplos muy claritos de voceadores que yo llegué a ver en Reforma, en San Juan de Letrán, en el cruce de Insurgentes y Reforma. Vi a voceadores que le vendían periódicos de la tarde a Jacobo Zabludovsky, porque yo vendía allí billetes de lotería en esas avenidas cuando salía de la secundaria. Jacobo siempre pasaba por ese cruce en un galaxi negro largo y ahí estaba mi cuate que vendía periódicos. No siempre compraba, pero lo hacía cuando voceaban la nota y entonces pedía el periódico.

 

*La tarde del 10 de julio falleció uno de los mejores cronistas del periodismo mexicano contemporáneo. Armando Ramírez era una rara avis en el periodismo urbano, sin pavoneos ni fingir; recuperaba el habla popular y lo transmitía con fidelidad a través de sus crónicas escritas y habladas. Como un sencillo homenaje al desaparecido cronista, TE recuperó este texto de Armando Ramírez publicado en un libro “Voces de la Libertad”, editado por la Unión de Expendedores y Voceadores de los Periódicos de México en 2010, cuya investigación y recopilación de textos estuvo a cargo de nuestro director editorial, José Luis Camacho López.

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