Casi lista la píldora para la compasión humana

Casi lista la píldora para la compasión humana

  • Encuentran accidentalmente un medicamento que  hace a las personas más sensibles y menos tolerantes a la desigualdad social
  • Crean Ignacio Sáez y  Ming Hsu un ‘interruptor’ con el que se puede influir en el cerebro 

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Mientras buscaban nuevos fármacos contra el Párkinson, científicos de la Universidad de California en Berkeley, descubrieron un medicamento que resultó eficaz para estimular el área cerebral de la compasión que puede hacer a las personas más sensibles y menos tolerantes a la desigualdad social.

Aunque ya se había demostrado que se puede  entrenar al cerebro para la compasión con ‘meditación compasiva’ tanto la píldora, de una sustancia llamada tolcapona,  como el citado ejercicio mental    influyen en una misma área cerebral: la corteza prefrontal, implicada en los comportamientos prosociales.

Los investigadores encontraron en un nuevo estudio que el medicamento altera el equilibrio neuroquímico de la corteza prefrontal del cerebro provocando  una mayor disposición a participar en comportamientos prosociales, como asegurar que los recursos se dividan de una  manera más equitativa.

En general, la corteza prefrontal está involucrada en la planificación de comportamientos cognitivamente complejos, en la expresión de la personalidad, en los procesos de toma de decisiones y en la adecuación del comportamiento social adecuado para las personas  en cada momento y lugar.

Características del estudio

En la presente investigación, 35 participantes (18 de ellos mujeres), recibieron, en una visita, una píldora que era un placebo.

En una segunda visita, recibieron una píldora de  tolcapona, que es un medicamento que prolonga los efectos de la dopamina , una sustancia química del cerebro asociada con la recompensa y con la motivación que también  se usa para tratar a personas con la enfermedad de Parkinson, un trastorno neurológico progresivo que afecta al movimiento y al control muscular.

En ambas ocasiones, los participantes jugaron un juego económico sencillo, en el que se repartieron el dinero entre ellos y también a un destinatario anónimo.

Resultados

Después de recibir la tolcapona, los participantes se dividieron el dinero con los desconocidos de una manera más justa, más igualitaria, que después de recibir el placebo, mediante el modelado computacional, los investigadores constataron que bajo la influencia de la tolcapona, los jugadores eran más sensibles y menos tolerantes a la desigualdad social, en este caso, a la brecha económica relativa percibida entre los participantes y el extraño o destinatario anónimo.

Implicaciones

Estudios previos ya habían mostrado que la desigualdad económica se evalúa en la corteza prefrontal, un área cerebral afectada por  la dopamina; este trabajo aporta nueva información sobre cómo se inician ciertas conductas prosociales, como la equidad, en el cerebro.

“Normalmente pensamos en la imparcialidad como una característica estable, que forma parte de la propia personalidad. Nuestro estudio no rechaza esta idea, pero sí muestra cómo ese rasgo puede ser afectado sistemáticamente, mediante influencia en vías neuroquímicas específicas del cerebro humano”, explica Ming Hsu, uno de los investigadores a cargo del estudio, en la Universidad de Berkeley.

Por otra parte, “hemos dado un paso importante hacia el aprendizaje de cómo nuestra aversión a la inequidad está influenciada por la química de nuestro cerebro”, explica Ignacio Sáez, otro de los investigadores. “Los estudios realizados en la última década han arrojado luz sobre los circuitos neuronales que rigen la forma en que nos comportamos en situaciones sociales. Lo que mostramos aquí es un ‘interruptor’ con el que podemos influir en el cerebro”.

Los investigadores creen, además, que su estudio da pistas importantes sobre el diagnóstico y el tratamiento de las disfunciones sociales.

Fomentar la compasión sin medicamentos

Otra investigación realizada en 2013 por científicos estadunidenses reveló que sentimientos prosociales como la compasión podían fomentarse también sin medicamentos. En este caso, lo que se usó fue un “entrenamiento cerebral”.

En este estudio, se pidió a un grupo de voluntarios que practicaran durante 30 días una técnica de meditación budista conocida como “meditación compasiva”. Tras este periodo de tiempo se constató que las personas se habían vuelto más altruistas y que, además, sus cerebros habían sufrido cambios en regiones vinculadas con la empatía, la regulación de las emociones y las emociones positivas.

En concreto, la actividad cerebral de estos individuos sufrió un incremento en la corteza parietal inferior, una región que se sabe está implicada en la empatía y en la comprensión de los demás; y en la corteza prefrontal dorsolateral; así como en la medida en que esta área se comunica con el núcleo accumbens; estas regiones del cerebro están vinculadas a la regulación de las emociones y a las emociones positivas.

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