Las personas indígenas adultas mayores son las más discriminadas en México
Las personas indígenas adultas mayores son las más discriminadas en México
- En general la población indígena en México se encuentra en condiciones de discriminación, marginación y pobreza debido al racismo
- Influye el color de la piel, los rasgos faciales y el origen étnico
- Se requiere devolver prestigio a los pueblos originarios, sostuvo Natividad Gutiérrez Chong, del Instituto de Investigaciones Sociales
Una Encuesta Nacional de Indígenas, elaborada por la UNAM, estudio único donde se midió la percepción de los no indígenas sobre quienes sí lo son, revela que en México, la mayor desventaja de serlo es la discriminación, sobre todo si es del grupo de las personas adultas mayores.
La mayoría de los mexicanos encuestados (82.9 por ciento) ignora la riqueza que existe en el país al contar con una diversidad representada por 64 lenguas, además de sus derivaciones lingüísticas. Peor aún, no son capaces de mencionar el nombre de tres grupos originarios.
La mayoría reconoce que a los indígenas les va más mal, que para ellos es más difícil la vida, mientras que el 21 por ciento menciona que la mayor ventaja de serlo es que tienen tradiciones, el 28.4 por ciento no sabe, y 18.1 cree que no hay ventajas.
En la población indígena se profundiza la discriminación, abandono, pobreza y marginación en la población adulta mayor, de acuerdo con estudios de expertos universitarios sobre el envejecimiento de la población.
Las respuestas pueden obedecer, entre otras cuestiones, a la imagen perpetuada que tienen los pueblos originarios como personas que padecen constantemente miseria, marginación y discriminación, sostuvo Natividad Gutiérrez Chong, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la más importante universidad mexicana, la Universidad Autónoma de México.
“Los resultados son reveladores y permiten ver qué tan poco estimado es el indígena en nuestra sociedad y cómo ello da lugar a la discriminación y el racismo”, dijo Gutiérrez Chong.
“ Para revertir esa situación-añadió- se requiere actuar no sólo en los aspectos económico, simbólico y cultural, sino devolver prestigio a esas comunidades, porque a lo largo de la historia “eso es lo que nos ha faltado de manera apabullante”.
La coautora de “Ser indígena en México. Raíces y derechos”, libro de la colección “Los mexicanos vistos por sí mismos”, editada por esta casa de estudios, señaló que del “indio vivo” nadie quiere saber, ni ver, ni estar cerca; tampoco comprometerse en algún tipo de igualdad, equidad o manera que mitigue la ausencia de lo indígena en el pensamiento de la mayoría de los entrevistados (mil 200 personas) en el estudio.
Otro de los hallazgos de la encuesta es la contradicción de los mexicanos para asumir lo indígena, toda vez que la identidad nacional nos inculca un sentido glorioso de nuestro pasado étnico y pondera, hasta la repetición, que somos una mezcla, un “resultado feliz” entre indígenas y españoles, principalmente. Se trata de la famosa fórmula del mestizaje. Ese rechazo ocurre aunque el 34 por ciento considera que tiene raíces indígenas, y 26.8 por ciento, “en parte”.
“Es poco claro qué representa para el mexicano promedio la situación de los indios vivos, refirió la científica social. Hay que tener en cuenta que en nuestra sociedad, como decía Fernando Benítez, vivimos entre la aceptación del indio muerto (el representado por la arqueología, lo prehispánico, el pasado remoto que es parte de la riqueza nacional) y el rechazo al indio vivo, sinónimo de marginación, pobreza y falta de derechos”.
Además, subrayó, llama la atención el desconocimiento de los encuestados, que frente a lo indígena responden en múltiples ocasiones “no sé”, aunque ese segmento está compuesto por más de 15 millones de personas.
La población más marginada, excluida, la que no tiene ningún tipo de representación política propia, son precisamente los pueblos originarios, esos donde la pobreza es cíclica, destacó la experta universitaria mexicana. “Existe una fuerte percepción de que los indígenas no hacen lo suficiente, de que son pasivos, indiferentes o flojos. Eso contribuye a una manera estereotipada de ver su mundo, porque no todos son rurales, pobres, ni están en lugares remotos”, remarcó.
Esa estigmatización, consideró Gutiérrez Chong, es campo fértil para seguir reproduciendo prácticas racistas y discriminatorias que inhiben la movilidad social. “No podemos superar ese círculo, y habría que insistir en romper estereotipos, esa visión monolítica e innecesaria que tenemos al respecto”.
Al mencionar otros resultados de la encuesta, la universitaria mencionó que 47 por ciento, no considera que los indígenas tengan las mismas oportunidades para obtener un trabajo que los no indígenas, casi el doble de los que cree que sí las tienen, aunque sea en parte, con 26 por ciento.
Al cuestionar si el color de la piel influye o no en el trato que reciben las personas, el 51.2 por ciento dijo que sí, y “sí, en parte”, 33.4 por ciento. En tanto, 72.2 por ciento considera que sí hay racismo en México, y “sí, en parte”, 23.2 por ciento.
Los mexicanos, prosiguió la experta, apreciamos la multiculturalidad como una riqueza de nuestro país, la comida, las tradiciones y las fiestas. Sentimos respeto por un legado que es antiguo y que nos permite tener un ancla, raíces, aunque eso se proyecte lejano. Pero ello, dijo, se contradice con las formas estereotipadas, pasivas y de falta de interés que hoy mostramos hacia los indígenas.
Hay que devolver el prestigio a los grupos originarios, y la educación sería una de las maneras más efectivas. También ayudaría conocer no sólo la comida y la artesanía que producen, sino su literatura, escritura, películas y otros artefactos culturales. Eso permitiría revertir estereotipos y, sobre todo, combatir al monstruo del racismo, finalizó Natividad Gutiérrez.